27 de noviembre de 2022

LA VIDA SIMPLE. SYLVAIN TESSON. AVENTURERO Y ESCRITOR.

Estoy solo.
Las montañas me parecen más severas. El paisaje se revela en su intensidad. El lugar me salta al rostro. Es asombroso cómo el hombre acapara la atención del hombre. La presencia de los otros borronea el mundo. La soledad es esta conquista que devuelve el goce de las cosas.
Hace treinta y tres grados bajo cero. El silencio desciende del cielo bajo la forma de pequeños copos blancos. Estar solo es escuchar el silencio.

El lujo del ermitaño es la belleza. Su mirada, dondequiera que la pose, descubre un esplendor absoluto. 

Nuestros semejantes confirman la realidad del mundo. El ermitaño está solo frente a la naturaleza. Es el único contemplador de lo real. 

La soledad de la naturaleza se encuentra con la mía. Y nuestras dos soledades confirman su existencia. 

Al atardecer, miro el lago, sentado en el banco de troncos, bajo la cúpula de los cedros. Lo primero, tener ante los ojos un hermoso paisaje. Lo demás puede arreglarse. 

¿Qué es la soledad? Una compañera para todo momento. Es un bálsamo aplicado sobre las heridas. Hace de caja de resonancia: las impresiones multiplican su intensidad cuando se está solo. Lava toda la charla, permite echar una sonda en uno mismo. Liga al ermitaño en amistad con las plantas y los animales ya veces con algún pequeño dios que puede pasar por ahí. Nada se compara con la soledad. Para ser perfectamente feliz solo me falta alguien a quien explicárselo. 

Surgen y desaparecen imágenes de belleza intensa. Soy incapaz de tomar una sola foto. Sería una doble injuria: pecaría de inatención, e insultaría al instante. 

Amo la niebla, ese incienso del suelo. 

Las gotas que caen se vuelven millares de diamantes en el instante del relámpago. 

Todo lo que emprendemos procedería de una inspiración efímera, intangible. Una fracción de segundo fundamentaría la existencia. Los budistas llaman Satori a esos instantes en los que la consciencia entrevé algo. Recién nacido, se desvanece. A ciegas, tratamos de recuperarlo. Queremos resucitar la sensación perdida. Los días pasan en esa busca a tientas. La existencia se vuelve vagabundeo. Avanzamos, con la red de cazar mariposas en la mano, siguiendo lo que huyó. Este intento mil veces recomenzado y mil veces contrariado, de revivir el Satori, alimenta nuestros esfuerzos hasta que la muerte nos libra de la obsesión de resucitar desvanecimientos. Lamentablementeno nos bañamos  dos veces en los mismos lagos. Los Satoris no se repiten.

Las montañas se invierten en la superficie del lago. Los reflejos son más bellos que la realidad. El agua fecunda la imagen con su profundidad. La vibración de la superficie sitúa la visión en las lindes del sueño. 

No hay un ruido, no hay un solo ruido, a veces una mariposa. Misteriosamente, me he despojado de todo deseo en el momento mismo que conquistaba el máximo de libertad. Siento desarrollarse en mi corazón paisajes lacustres. Despertó al viejo chino en mí.  

No canta un solo pájaro. No hay una ola en el lago. La niebla se ha tragado al mundo. 

Vine aquí sin saber si tengo la fuerza de quedarme, parte sabiendo que volveré. Contemplé el poema de las montañas y tomé té mientras el lago se cubría de rosa. Mate el deseo del futuro. Respire el aliento del bosque y siga el arco de la luna. Vi la vanidad de todo lo que no es reverencia a la belleza. Eché una mirada a la otra orilla. 
Conocí semanas de nieve silenciosa. Amé estar al calor en mi choza mientras la tempestad desencadenaba su furia. Dejé la caverna de las ciudades y viví seis meses en la iglesia de las taigas. Seis meses como una vida.
Es bueno saber que en un bosque del mundo, allá lejos, hay una cabaña donde algo es posible, situada no muy lejos de la dicha de vivir.




Sylvain Tesson - 6 meses de cabaña en Baïkal (Teaser) en Grand Bivouac: https://www.youtube.com/watch?v=wCnGiztNOes 


 
 
 
 
 
 
 

1 de noviembre de 2022

PREVENCIÓN DE LESIONES EN LA PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN.

Me faltaba no mucho para cumplir los sesenta cuando me fue apareciendo un dolor en las rodillas. Al cabo de unos meses ya no me podía poner en cuclillas y cuando flexionaba las piernas también me dolía. Práctico meditación zen desde hace muchos años. Mi sentada diaria la solía hacer en la postura de seiza, sentado de rodillas en una banqueta. En los retiros intensivos a los que asistía lo hacía alternando la postura de seiza con la birmana. Mi dolor en las rodillas me imposibilitó para meditar en la postura de seiza. Acudí al médico a consultarle mi problema, aunque no le conté que era meditador, y, sin necesidad de solicitar una radiografía, me diagnosticó artrosis en las rodillas, “propia de la edad”, según dijo. Como ya no podía meditar sentado de rodillas tuve que empezar a hacerlo en una silla. Y al cabo de unos meses sucedió que el dolor de rodillas fue disminuyendo hasta desaparecer. En la actualidad, con sesenta y siete años me puedo poner en cuclillas sin ningún problema.
Cuando asistimos a un curso de introducción a la meditación, sea de meditación zen, vipassana, mindfulness, yoga,… nadie nos advierte de los posibles riesgos de lesiones que pueden aparecer por practicar en determinadas posturas. Y deberían hacerlo. No solo hablar de los efectos beneficiosos.
En algunas escuelas de meditación más estrictas se considera la postura del loto como la más adecuada, y por ello se anima a los estudiantes, aunque al principio les resulte dolorosa, a esforzarse en practicar en esta postura. Pero la rodilla es una articulación de bisagra, lo que quiere decir que solamente es capaz de flexionarse y extenderse. Las lesiones llegan cuando le pedimos que realice un movimiento para el que no fue diseñada: rotar. 
Hay algunas personas muy flexibles que pueden sentarse en el loto o el medio loto sin apenas dificultad, pero eso no significa que puedan hacer varios retiros intensivos al año, con un montón de sentadas al día de 30 o 40 minutos de duración, durante años y que no surjan lesiones importantes y acaben en el quirófano. Cualquier traumatólogo, médico rehabilitador o fisioterapeuta puede confirmar esto. Y es que en posturas como el loto, cuando no tenemos la suficiente movilidad en la cadera, comenzamos a exigirle a la rodilla que asista en la rotación, efectuando un efecto de torsión. El daño ocasionado, aunque al principio no se note, es acumulativo, y con el paso de los años puede ocasionar graves lesiones de rodilla.Y es que no se debe compensar con la rodilla lo que la cadera no puede hacer. El problema reside en que hay meditadores que obligan repetidamente a su cuerpo a adoptar ciertas posturas, cuando su propia fisiología lo impide. Muchos meditadores confunden el dolor de las articulaciones -que significa que se debe dejar de hacer determinada postura- con la rigidez, a la cual se deben sobreponer y superar.  

Hace unos días me propuse encontrar la silla más adecuada para la meditación. Ya había probado las ergonómicas, pero en ellas se carga mucho el peso sobre las rodillas y no me acabaron de convencer. Después de visitar muchas páginas web de sillas y de acudir a varias tiendas para probarlas, la que más me convenció fue una silla de El Corte Inglés a la que, curiosamente, le han denominado con el nombre de silla zen. Es un poco cara, 129€. Ya he meditado sentado en ella y es perfecta, la que andaba buscando. Ah, por si alguien piensa mal, El Corte Inglés no me paga por recomendar su silla, ni me da comisión por las que se vendan.