12 de diciembre de 2016

INVIERNO. ADYASHANTI.

El invierno es un portal sagrado, una oportunidad. Los árboles pierden sus hojas; los frutos caen al suelo; las ramas se quedan desnudas y todo regresa a su raíz natural más esencial.
La búsqueda personal es, en realidad, una especie de invierno espiritualmente inducido. Lo importante no es encontrar la respuesta adecuada, sino desvestirse y descubrir qué es lo innecesario, lo que nos sobra, descubrir qué somos sin las hojas. Cuando nos referimos a los seres humanos, no lo llamamos hojas, lo llamamos ideas, conceptos, apegos y condicionantes. Todos ellos forman tu identidad.
Cuando nos damos la oportunidad de desvestirnos, entrando realmente en el invierno, dejando que los pensamientos y las hojas salgan de la mente, regresamos (como decimos en zen) a lo que éramos antes de que nuestros padres nacieran. Volvemos a la raíz más esencial de nuestro ser.

Parque del Agua. Zaragoza.
En cuanto al invierno espiritual, creo que no hay nada en el mundo a lo que los seres humanos se resistan más. Si no resistiesen a desnudarse de sus identidades y se diesen la oportunidad de experimentar un invierno espiritual, todos nos iluminaríamos. Si los árboles fuesen como nosotros, los verías agachándose con sus ramas para colocarse las hojas, aferrándose a ellas por seguridad.
El invierno te suplica que te dejes llevar y, después, no espera que hagas nada al respecto.
El invierno a veces nos parece frío, solitario, desolador. Si partes del sol que tienes en tu interior, la calidez estará presente siempre. Te darás cuenta de queno estás viviendo esta vida; lo que está viviéndola es el corazón radiante, junto con esta mente radiantemente vacía. Cuando te rindas y dejes de ser quien creías ser para ser quien en verdad eres, este corazón radiante vivirá tu vida.
Si entras en contacto con la cualidad sagrada del invierno en tu interior, saldrás de la mente y entrarás en la apertura. Cuando no te resistas al tiempo invernal y te dejes llevar según te vayas abriendo, empezarás a experimentarlo. El invierno te puede ofrecer esta plenitud.
LA DANZA DEL VACÍO.