24 de julio de 2017

RYŌKAN 良寛. MONJE ZEN Y POETA.

Ryōkan 良寛, nacido como Eizō Yamamoto, también conocido como Daigu Ryōkan, fue un monje budista Zen, calígrafo y poeta que vivió en Niigata (Japón) del 1758 al 1831. Descendiente de una familia acomodada, el joven Eizo pasó su juventud dedicado al estudio. A los dieciocho años decidió entrar en un monasterio zen. Allí su vida dió un vuelco. Estudió con el famoso maestro Kokusen de la secta Sōtō. El monje budista Ryōkan compuso muchos wakas en un estilo naif, evadiendo intencionalmente las reglas complejas y el estilo tradicional del waka.
Después de la muerte de su maestro, Ryokan fue reconocido como el único heredero y depositario de la Transmisión. Pero a pesar de haber sido designado como sucesor de Kokusen, elegirá partir. Pasará los próximos veinte años en una ermita en la montaña. La llamará Gogo an.
En los últimos años conoce a Teishin, una monja zen joven, con la que mantuvo una íntima amistad. En el final de su vida, abandonará Gogo an para instalarse en la residencia de su amigo Kimura Motoemon. El "gran tonto", 'daigu' en japonés, murió en 1831, a los setenta y dos años.

Toda mi vida demasiado perezoso para abrirme camino,
Todo lo dejé a la verdad del Cielo.
En mi saco tres medidas de arroz,
Junto a la estufa un puñado de astillas –
¿Por qué preguntarse quién tiene satori, quién no lo tiene?
¿Qué podría saber yo de la fortuna, fama y lucro terrenales?
En las noches lluviosas, aquí, en mi choza de paja,
Estiro mis dos piernas cuanto me viene en gana.


Noche tranquila –en el interior de mi choza
Tocando a solas –un koto sin cuerdas.
La melodía se desvanece, 
internándose en el viento y las nubes.

Mi voz, unida a su discurrir, es profunda.
Con su amplitud –llena los barrancos.
Entre murmullos –cruza montañas y bosques.
Aparte de los sordos,
¿Quién oye el sonido de su voz misteriosa?


La lluvia ha cesado
las nubes han desaparecido
ha vuelto el buen tiempo.
Si vuestro corazón es puro,
todas las cosas de vuestro mundo
son puras.
Abandonad este mundo flotante,
abandonaos a vosotros mismos
y las flores y la luna
os guiarán por la Vía.
La luna está en mí
y yo soy la luna;
no puede haber diferencia
puesto que son originalmente indiferenciados.
Esta noche la luna ilumina mi espíritu
como ilumina el cielo.


Un estrecho sendero rodeado por un bosque espeso;
por todas partes, montañas en oscuridad.
Han caído ya las hojas del otoño.
No llueve, pero a las rocas aún las ennegrece el musgo.
Regreso a mi ermita por un camino que pocos conocen,
con una canasta de hongos frescos
y una jarra de agua pura del pozo del templo.



Ya próximo a su muerte escribió este precioso poema:

¿Qué quedará de mí?
El cerezo en primavera,
el cuclillo en las montañas,
las hojas de arce en otoño.