30 de junio de 2014

SOBRE EL SILENCIO (II). FÉLIX ARCE.

Algo sobre el silencio
ありたちがくさにのぼってすぐおりる

Las hormigas en fila
suben por una hoja de hierba...
y en seguida bajan

Hablar sobre el silencio… Qué tesitura. Imagino a la niña japonesa de seis años que escribió ese haiku sonreír.
Yo podría decir muchas cosas sobre el silencio (eso iba a decir)…. Pero no, en realidad no. La verdad es que sólo podría repetir muchas palabras que oí sobre el silencio. Palabras… palabras que viene y van una y otra vez. Como las hormigas…
El silencio... Un niño mirando una fila de hormigas en la hierba. Quizá el silencio sea eso.
Y una sonrisa. Yo mismo sonreí cuando leí ese haiku. Ese silencio. Si el silencio puede decirse es así. Sin palabras. De verdad sin palabras. Nombrando lo obvio. Lo que está ahí, a nuestro alcance. Tan a nuestro alcance que no lo alcanzamos.
Cuando leo ese haiku siempre, siempre, imagino a esa niña acuclillada, como una ranita, como sólo saben hacer los niños, contemplando en silencio como la fila de hormigas sube y baja por una hoja de hierba.
Una hoja de hierba. Unas hormigas. Y un niño que mira. Eso es el mundo. Eso es el silencio.
Como se ven las cosas por primera vez.
Como lo habré visto mil veces. Como ya no lo veo.
Yo quisiera ser capaz de ver siempre por primera vez una fila de hormigas que sube y baja por una hoja de hierba.
Entonces sonreiría. Entonces sería yo.
Yo, pobre yo, lo reconozco, no soy capaz de guardar silencio. De dar voz, callada, a ese niño que, dicen, llevo dentro. De ver.
El niño que llevamos dentro… ¿de verdad llevamos un niño dentro? ¿O acarreamos el recuerdo de un niño? Aquel niño…
Quién fui... Quién soy…
¿De verdad hubo un día en que contemplé en silencio, con todo el silencio de mi alma, cómo una fila de hormigas subía y bajaba por una hoja de hierba?
A veces lo dudo. A veces me parece que si fue, fue sólo un sueño.
Lo sé. Sé que las hormigas siguen ahí, subiendo y bajando por las hojas de hierba, como siempre.
Pero ya no las veo. Ya no soy capaz. Ya mi silencio está preñado de palabras.
Palabras que a veces, oh iluso, pretenden nombrar el silencio.
Sí… yo quisiera contemplar el mundo tumbado sobre la hierba… Sin palabras. De verdad sin palabras. Cuántas cosas podría yo decir sin decir de verdad nada… hasta el silencio… Qué pretencioso… Qué inocente…
Qué diferente debe sonar el mundo desde la sonrisa de un niño. A ras de suelo. A la altura de las hormigas que no dicen nada. Qué tontería querer llenar una hoja de hierba con nuestra filosofía.
Se doblaría. Claro. Como las hormigas. Se cansarían. Dejarían todas nuestras palabras en cualquier parte. Porque pesan. Sí. En realidad, cómo pesan…
Cómo pesa todo lo que no somos. Buf. Cómo nos pesa, y cómo atruena, todo lo que olvidamos contemplar. Lo que dejamos al otro lado de nuestra sonrisa.
Aquel silencio… aquel silencio… a veces… sólo a veces… qué milagro que no sabría decir… me encuentro otra vez con el silencio. Con aquel silencio. Con el momento en que veo.
Es el silencio el que me sorprende. Qué cosas. Cuando no me lo espero. A lo mejor cuando estoy pensando en cosas muy importante que no tienen nada que ver con hormigas ni con hojas
de hierba, claro. Justo entonces me llama.
El silencio del mundo. Que me contempla a mí. Como una hormiga cualquiera que va y viene sobre la hierba.
Me llama aquel silencio. Y sí. Entonces me acuerdo. Me acuerdo de cuando yo contemplaba el mundo también así… A ras de suelo. En cuclillas, como una pequeña rana, contemplando las cosas, todas. Con la humildad y la confianza de un niño que no sabe de humildad ni de confianza.
Desde la pureza de mi silencio.
Y con aquel silencio vuelvo a ver la naturaleza de las cosas. De las cosas sin importancia. A las hormigas que van y vienen por ejemplo, sí, milagrosamente las vuelvo a ver. Veo el mundo que no pesa porque no tiene palabras. Y con aquel silencio me vuelvo a ver a mí mismo, qué raro...
Y por fin me reconozco. Y sonrío.
Es quizá la pureza de aquel silencio que sonó cuando una rana saltó. Una rana acuclillada en la orilla como un niño, como sólo los niños saben hacer. El silencio que estaba ya y que no oíamos.
Hasta que sonó aquel chapoteo. El silencio que siempre está. Bajo todas las cosas. En la profundidad verdadera de nuestra mirada. Pura. Contemplando las cosas por primera vez. Como son siempre.
Una sonrisa sobre la hierba. A ras de suelo la sonrisa de un niño contemplando en silencio las hormigas que suben y bajan por una hoja de hierba. Eso es el silencio... Quizá el haiku…
Félix Arce.

23 de junio de 2014

WAINE LIQUORMAN EN BARCELONA. CRÓNICA DEL SATSANG.

El 21 de junio José Luis y yo estuvimos en Barcelona compartiendo un día de satsang con Waine Liquorman.
Cuando Waine te mira lo hace desde ese mismo lugar que se manifiesta en los ojos de un niño de un año cuando mira a un desconocido desde su cunita en el autobús… A los ojos, ojos que sonríen, boca que sonríe, todo amor extático, sin juicios, sin tiempo, el que mira y el observado… son lo mismo!
Durante ese encuentro de unas cuatro horas descubrimos a este maestro advaita, mucho menos conocido que Mooji o Tolle… pero al final todas las olas tienen el mismo sabor a sal…
Sin ninguna pretensión de mantener poses de superioridad espiritual: cercano, jocoso, espontáneo, a veces con naturalidad casi brutal en sus comentarios… alternando todo ello con el otro Liquorman… el que conecta con todos los desconocidos que se acercan a él, desde eso que Es, que se manifiesta arrobada y arrebatadoramente desde el silencio de su mirada, silencio en que hay una única mirada sin identidad…
Ese excéntrico grandullón vuelve a mostrarse extremadamente sensible acompañando a los presentes en el, a veces angustioso, proceso de abandono de la falsa sensación de autoría…
Adonde te lleva Liquorman entre bromas y paradojas para acompañarte con su cálido silencio en el momento justo, abrazando las lágrimas con su sonrisa, incluso fundido él también en el mismo llanto contigo.
Jorge Bescós.

Acudo a este satsang como un folio en blanco. No he leído nada de Waine Liquorman ni he visto ningún vídeo suyo. Alguna persona me ha hablado bien de este “maestro” advaita. He preferido dejarme sorprender.
Llegamos al lugar del satsang una hora antes. Descubrimos un pequeño jardín en las inmediaciones, con un precioso estanque. Nos sentamos un buen rato contemplando las flores y los pájaros bañándose.
Nada más entrar, reconozco a un amigo de facebook, Enrique, a quien no conozco personalmente, pero con el que comparto inquietudes y búsquedas. Lo saludo y enseguida sintonizamos los tres. Es como si nos conociéramos de toda la vida. Seguramente, en el fondo, es así.
Ya en la sala, no muchas personas, unas veinte o veintidós.
Comienza Liquorman saludándonos uno a uno, sin palabras, con calma, desde la silenciosa y amorosa mirada del ser.
Una cuantas frases suyas que me llegan especialmente:
“El silencio aquí es la ausencia de una agenda personal”.
“Lo que nos hace sufrir es la historia que nos contamos sobre nuestro sufrimiento”.
“Espero que cuando salgáis de aquí lo hagáis sabiendo menos que cuando entrasteis”.
“Somos un movimiento de la presencia”.
“No falta nada”, dice Liquorman, con lágrimas en los ojos, después de mirar largo rato a una persona que ha compartido sus inquietudes existenciales más íntimas.
Esto es lo que más me llega de su enseñanza, su silenciosa y amorosa mirada desde el ser. Con esto me quedo.
José Luis Andrés.

Entrevista a Waine Liquorman:
https://www.youtube.com/watch?v=G_aSY8AIkCs





16 de junio de 2014

MEDITACIÓN (II). ECKHART TOLLE.



Muy bueno este vídeo de Eckhart Tolle, de 36 minutos de duración, subtitulado en español, titulado "Meditación del momento presente".

Comienza el satsang, con su fina y característica ironía espiritual, parodiando con gestos la “meditación formal” (tipo zazen).




Más adelante propone un ejercicio de conexión con el “cuerpo interior”:
“Si cierras los ojos, pones tus manos así (como en el vídeo) y te preguntas ¿cómo puedo saber, sin mirar ni mover las manos y sin tocar nada, que mis manos siguen ahí?

En la última parte plantea unas cuantas preguntas:

· “¿Puedes estar consciente, justo ahora, de que todo lo que percibes, piensas o sientes, puedes estar ahí sólo porque estás tú como el espacio de conciencia?”
· “¿Qué se siente ser tú?
· “¿Qué se siente ser tú ahora? Sin tener que recordar nada. Sin recordar tu historia.”
· “¿Cuál es la esencia de lo que eres?”
· “¿Puedes sentir tu propia presencia?”
· “¿Puedes sentir la presencia, que es la esencia de lo que eres?”
· “¿Puedes estar consciente de que estás consciente?”

Eckhart Tolle. Meditación del momento presente:



 



11 de junio de 2014

LA VIDA ES SUEÑO. IKKYŪ.

Ikkyū (1394-1481)
Fue un excéntrico monje japonés, importante como poeta y por su influencia en la evolución de la ceremonia japonesa del té.
Nació en un pequeño suburbio de Kyoto; se dice que fue hijo ilegítimo del Emperador Go-Komatsu. Su madre se vio forzada a viajar a Saga, y fue criado por los sirvientes. A la edad de cinco años fue separado de su madre e ingresó como monje en el templo zen rinzai de Ankoku-ji. Aprendió cultura y lengua china. Mucha de su obra literaria más interesante es su poesía china.
Ikkyū era conocido por ser una persona problemática, que acostumbraba a beber en exceso. Ikkyū abandonó el templo y vivió gran parte de su vida como un vagabundo. No obstante, no estaba solo y tuvo un círculo de notables artistas y poetas de la época. En ese periodo, estableció una relación con la cantante ciega llamada Mori que se convirtió en el amor de su vida.
Trabajó para practicar el zen fuera de las instituciones religiosas formales. Sin embargo, la guerra Onin redujo el Daitoku-ji a cenizas, Ikkyū fue elegido abad, rol que asumió sin entusiasmo. Con esta acción, fue incluido en uno de los más importantes linajes del zen.
 
Nacido como un sueño
en este sueño de un mundo.
Qué tranquilo me siento,
yo, que desapareceré
como el rocío de la mañana.
 
Uno reza por la vida del mañana
a pesar de lo efímera que puede ser.
Esta es la costumbre de la mente
que murió ayer.
 
La Naturaleza Original
significa no-nacimiento, no-distinción.
Así, sabed que la ilusión
es nacer, morir, renacer.
 
Cómo recuerda este poema de Ikkyū al de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca:
 


¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
 
 


No moriré,
a ninguna parte iré,
aquí estaré.
Pero nada me pregunten,
pues no contestaré
Ikkyū (verso de muerte).
 
 

2 de junio de 2014

SOBRE EL SILENCIO (I). GANGAJI

La enseñanza esencial de este linaje de Papaji y Ramana es la del Silencio. El Silencio que está antes de cualquier historia, durante cualquier historia y después de que todas las historias se han acabado. Esa consciencia silenciosa es tu naturaleza. Está siempre presente. Está siempre completa en si misma. Es, por su propia naturaleza, consciente, libre y despierta.
Como ser humano tienes la capacidad de reflejarte en aquello que es la fuente de tu atención, aquello que da a tu atención su capacidad de atender. Esa fuente es el cielo infinito de la espaciosa consciencia silenciosa. En cualquier momento de tu vida, tienes todo el permiso de simplemente estar silencioso, de simplemente estar en calma…de parar.

Cuando toda la actividad mental en torno a quién te crees que eres se detiene, se abre una grieta en la autoridad de la percepción, en la estructura de la mente. Te invito a entrar a través de esa grieta. Entra a través de esa abertura. Cuando lo haces, la mente ya no está llena de su última auto-definición. En ese momento, sólo hay silencio, y en ese silencio, es posible reconocer la realización absoluta:... la verdad de quien eres.

Todo lo que aparece, o ha aparecido alguna vez, aparece en el silencio. Todo lo que existe, existe en el silencio. Todo lo que desaparece, desaparece en el silencio. Este silencio siempre presente es lo que eres.

Mi mensaje central (activar subtítulos en español):