19 de noviembre de 2023

IDEAS PARA UNA REVOLUCIÓN BUDDHISTA. DAVID LOY. MAESTRO ZEN.

“Para influir en el mundo moderno, el budismo debe adaptarse a él.
Hoy en día la amenaza no son las religiones occidentales sino la psicología y el consumismo. ¿Se está convirtiendo el Dharma en otra forma de psicoterapia¿ ¿Es otro producto que puede comprarse y venderse? ¿Acabará el budismo occidental siendo demasiado compatible con nuestras pautas individualistas de consumo, con caros retiros e iniciaciones dirigidas a conversos demasiado estresados ​​deseosos de esforzarse en pos de su propio despertar? Esperamos que no, porque el budismo y Occidente se necesitan mutuamente.


Esta sensación de ser un yo separado del mundo en el que estoy es ilusoria. De hecho es nuestra ilusión más peligrosa. 
 
Gran parte de la interacción social se ocupa de asegurar a los demás, y a nosotros mismos, que estamos todos perfectamente bien aunque interiormente sintamos algo que no lo está.

El dinero es importante para nosotros no sólo porque nos permite comprar lo que sea, sino también porque se ha convertido en una especie de símbolo de la realidad colectiva. Cuanto más dinero tienes, ¡más real te vuelves! Al menos así es como solemos pensar (cuando alguien rico llega a algún sitio su presencia se reconoce mucho más que la llegada de un “don nadie”). Hoy en día se considera que el dinero es la mejor manera de asegurarse unos mismos o el propio sí-mismo, a fin de obtener una sensación de identidad sólida, para lidiar con la atormentadora intuición de que en realidad no existimos. 

Otro ejemplo es la fama. Si me conozco montones y montones de personas, entonces debo ser real, ¿no es así? Lo mismo vale para el poder.

Las intenciones negativas refuerzan la sensación de separación entre mí mismo y los demás. Por eso deben ser transformadas en sus contrapartidas más saludables y no duales: la codicia en generosidad, la animadversión en benevolencia y la ignorancia en sabiduría. 

¿Qué es específicamente budista en el budismo comprometido con la sociedad?
El énfasis en el dukkha social fomentado por grupos de egos así como por otros egos, como ocurre en el caso de los tres venenos colectivos institucionalizados: codicia, animadversión e ignorancia.
 
La importancia de la práctica espiritual personal, el compromiso con la no violencia y la flexibilidad que implican la impermanencia y la insustancialidad, junto con la conciencia de que poner fin a nuestro propio dukkha requiere que nos ocupemos también del dukkha de todo el mundo.
Aunque necesitamos afrontar la militarización de nuestra sociedad y el impacto ecológico de nuestra economía, el budismo tiene algo más concreto que ofrecer, con su crítica implícita a la manera en que nuestra conciencia colectiva está siendo atrapada y manipulada.
Un sitio por el que empezar sería poner en entredicho el papel invasor de la publicidad, pero a fin de hacerlo con eficacia, creo que acabaríamos viéndonos a nosotros abordando el dukkha social institucionalizado perpetrado y perpetuado por nuestro sistema económico globalizador y dominado por el estamento empresarial”.
Dinero, sexo, guerra y karma. Ideas para una revolución budista. David Loy. 

David Loy - ¿Por qué el Budismo Zen y el mundo moderno se necesitan mutuamente?: https://www.youtube.com/watch?v=bdmK_gNb1BY 

 


 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


5 de noviembre de 2023

UNA CUEVA EN LA NIEVE. TENZIN PALMO.

“El objetivo de la vida es descubrir nuestra naturaleza espiritual, y para ello uno tiene que practicar, recoger los frutos del camino, porque de otro modo uno no tiene nada que ofrecer a los demás.


La vida mundana supone una escapada para mi mente. Cuando tengas un problema, siempre puedes conectar el televisor, llamar a una amiga o ir a tomar un café. En cambio, en una cueva, no puedes acudir a nadie más que a ti mismo. Cuando surgen los problemas y las cosas se ponen feas, no tienes más remedio que pasar por ello y lograr salir por el otro lado. 

Una vez visité un convento de monjas que acababa de recibir un discurso de un gran lama. Les había dicho que las mujeres son impuras y que tienen un cuerpo inferior; estaban muy deprimidas, su autoestima estaba por los suelos. 

Me he prometido lograr la iluminación con la forma femenina…, independientemente del número de vidas que me hagan falta para conseguirlo. 

Sí, pasaba mucho frío, pero ¿y qué? Cuando estás practicando no puedes pasarte el rato avivando el fuego. Además, si te concentras logras entrar en calor. 

Cuando haces un retiro haces una promesa sobre el tiempo que va a durar y luego la cumples. Se considera que eso forma parte también de la práctica. Incluso si caes enfermo, prometes que no vas a salir y, si es necesario, debes prepararte para morir en el retiro. En realidad, morir en el retiro se considera un buen augurio”. 

Cada día, durante todos los meses y años que duró su reclusión formal en la cueva, se metía en su caja de meditación y seguía la misma rutina repetitiva: se levantaba a las tres de la madrugada para la primera sesión de meditación de tres.
horas; a las seis de la madrugada tomaba el desayuno (té y tsampa); a las ocho, de vuelta a la caja para la segunda sesión de tres horas de meditación; a las once de la mañana comía y se tomaba un descanso; a las tres de la tarde, otra vez a la caja de meditación para la tercera sesión de tres horas de meditación; a las seis de la tarde, té; a las siete la cuarta sesión de tres horas de meditación ya las diez de la noche a la “cama”, o sea ¡a la caja de meditación! En total doce horas de meditación al día, día sí día también durante semanas, meses, años. 
 

Al final, ¿valió la pena? La respuesta llegó rauda como un rayo:
“No se trata de lo que ganas, sino de lo que pierdes. Es como pelar una cebolla. A medida que vas dándote cuenta de más y más cosas, te das cuenta de que no hay nada de lo que te das cuenta. Nuestra falsa ilusión más importante es esa idea de que tenemos que llegar a algún sitio y que tenemos que lograr algo. Además, mar como mar, la cuestión es que esa persona que pueda lograr algo no existe”.

“Noto una especie de libertad interior que no creo que tuviera al empezar, una paz y una claridad intensas. 

Ahora me doy cuenta de que experimento un distanciamiento interior respecto de todo lo que sucede, ya sucede en el exterior como en el interior.
A veces me siento como una casa vacía con todas las puertas y las ventanas abiertas de modo que el viento sopla de un lado a otro sin encontrar obstáculos. Aunque no siempre. A veces uno vuelve a bloquearse, pero por lo menos ahora sabe que está bloqueado. No se trata de un vacío frío, sino de una cálida espaciosidad”. 

Esta monja budista vivió 12 años en una cueva en el Tíbet: