Son muchas y variadas las formas de sufrimiento que
experimentamos los seres humanos. “Todos somos prisioneros cumpliendo una
sentencia de por vida, prisioneros de nuestra propia
mente”. Sin embargo, la sensación de apertura, claridad, espaciosidad,
calidez y paz, es decir, de libertad interior, puede sucederle a cualquiera y
en cualquier lugar, incluso en una prisión. La profunda vivencia de sufrimiento
e insatisfacción, la primera noble verdad del Buda, que se experimenta en una
cárcel también puede propiciar con intensidad el anhelo de la liberación. Y la
práctica de la meditación ayuda a que esto suceda. Es lo que se muestra en este
interesante documental.
Hermosa la descripción que hace Thich
Nhat Hanh de la iluminación de Buda, extraída del libro LA RADICALIDAD DEL ZEN,
de Rafael Redondo:
“Gautama sintió como si se hubiera
abierto de pronto una prisión en la que había permanecido encerrado miles de
existencias. El carcelero era la ignorancia. La ignorancia había ocultado su
mente como los nubarrones ocultan la luna y las estrellas. Nublada por olas
infinitas de pensamientos ilusorios, la mente había dividido erróneamente la
realidad en sujeto y objeto, yo y los demás, existencia y no existencia,
nacimiento y muerte; y estas diferenciaciones habían generado ideas erróneas:
las cárceles de los sentimientos, anhelo, posesividad y transformación. Los
sufrimientos del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte no hacían más
que ensanchar los muros de la prisión. Sólo había que agarrar al carcelero y
ver su verdadero rostro. El carcelero era la ignorancia… En cuanto
desapareciera el carcelero, desaparecería la cárcel y nunca volvería a
reconstruirse”.