El deseo de luz produce luz.
Simone Weil
Pablo d´Ors nació en Madrid, en 1963. Es discípulo del
monje y teólogo alemán Elmar Salmann. Estudió Filosofía y Teología en Roma, Praga y
Viena. Fue ordenado sacerdote en 1991 y destinado a la misión
claretiana de Honduras, donde desplegó una labor evangelizadora y social. Tras
conocer al jesuita Franz Jalics, en 2014 fundó la asociación
"Amigos del Desierto"", cuya finalidad es profundizar y difundir
la dimensión contemplativa de la vida cristiana. También
atendió espiritualmente a los enfermos y moribundos en
el Hospital Universitario Ramón y Cajal de su ciudad natal. Es además
novelista y crítico literario. Los tres maestros zen con quienes, en mayor o
menor medida, ha estado relacionado son Carmen Monske, Anton Tenkei (maestro
zen holandés) y Pedro Vidal Lopez. En la actualidad, Pablo d´Ors escribe y
anima la red de meditadores "Amigos
del desierto".
Estas son las frases de su libro BIOGRAFÍA DEL SILENCIO que más me han llegado:
¿En qué confío yo? Esta es, según presiento, la gran
pregunta.
Para meditar no importa sentirse bien o mal, contento o
triste, esperanzado o desilusionado. Cualquier estado de ánimo que se tenga es
el mejor estado de ánimo posible en ese momento para hacer meditación. Gracias
a la meditación se aprende a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en
que se está, pero plenamente.
¿Qué hay entre la muerte de algo y el nacimiento de otra
cosa? Este es el espacio en el que siento que debo morar; este es el espacio
del que brota la sabiduría perenne.
La meditación es el arte de la rendición. La meditación
es una escuela de apertura a la realidad.
La meditación apacigua la máquina del deseo y estimula a
gozar de lo que se tiene.
Por grande que sea nuestro iceberg, cualquier iceberg, es
solo agua. Cuanto más se observa uno a sí mismo, más se desmorona lo que
creemos ser y menos sabemos quiénes somos. Hay que mantenerse en esa
ignorancia.
Despertar es descubrir que estamos en una cárcel. Pero
despertar es también descubrir que esa cárcel no tiene barrotes y que, en rigor,
no es propiamente una cárcel. Conviene estudiar muy despacio el material del
que están hechos los barrotes con los que construimos nuestras cárceles. Y hay
que estudiar también el proceso por el que se construyen esos barrotes. Para
vivir en la realidad, debemos demoler los sueños que nos han encarcelado.
En cuanto le damos la bienvenida al sufrimiento, este se
desvanece.
Lo que decepciona son las ideas. El descubrimiento de la
desilusión es nuestro principal maestro. Todo lo que me desilusiona es mi
amigo.
Ver que está bien como estás, eso es despertar.
En cuanto arrojamos luz sobre nuestra desdicha, esta
pierde buena parte de su mordiente.
El silencio es una llamada, pero no una llamada personal,
sino una llamada puramente impersonal.
La práctica de la meditación puede seguramente resumirse
en saber estar aquí y ahora.
Cuando se marchan los pensamientos y sentimientos, las
imágenes e ideas, ¿qué es lo que queda?
El ego siempre reaparece, aunque transformado, pues nadie
puede vivir sin él.
Solo sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser
de otra manera. En cuanto abandonamos esta pretensión, dejamos de sufrir.
El principal fruto de la meditación es que nos ensancha
el alma.
Si meditamos, nuestras facciones se suavizan y nuestra
expresión se transfigura. Seguimos aquí, en esta tierra, pero es como si ya ni
perteneciéramos a ella.
Hablar o escribir sobre la meditación silenciosa es, en
verdad, una contradicción, una paradoja.
https://www.amigosdeldesierto.org/
Entrevista a Pablo d’Ors - El Silencio -