28 de mayo de 2023

VIAJE AL SILENCIO. SARA MAITLAND.

En el verano de 2000 me mudé al norte del condado de Durham, a una casa en un páramo de montaña en la zona de Weardale. Me propongo tanto guardar silencio como reflexionar sobre el silencio.
Poco a poco me fui encogiendo, adelgazando, silenciando y mejorando mi forma física, como si me fundiera con el viento, el silencio y el frío. 
Cuando me sentaba a meditar, distinguía la línea limpia y clara que divide la tierra y el cielo y al mismo tiempo los une. Era una línea constante. Emergía de la oscuridad con las primeras luces del amanecer y regresaba a las tinieblas tras el crepúsculo. Por encima de la línea, infinitud; por debajo, mortalidad. Pero la propia línea, era ambas cosas y contenía ambas cosas, y por ella soplaba el viento, libre y fresco como el paso del espíritu. 
 

Y estando allí, de repente, fue como si cambiara de piñón. El paisaje y yo éramos una sola cosa. Estaba absolutamente conectada con todo. Fue un momento muy breve, pero un momento total. No recordaba haber sentido una unión tan fabulosa desde que era niña.
Una persona con un móvil nunca está del todo sola ni del todo atenta a los demás. Desde luego que la idea es brillante, desde el punto de vista demoníaco, puesto que ha logrado convencer a tanta gente de que no sólo es un buen producto (y libremente elegido), sino también necesario.


Monasterio zen Throsstle Hole.

Por suerte resultó que había un monasterio zen a menos de 30 km de Weatherhill y, por un azar todavía más afortunado, lo descubrí. Siempre recuerdo mi estancia en Throsstle Hole con afecto y gratitud.
Participaba en su meditación vespertina, que se desarrollaba en un silencio absoluto, un silencio que tenía una fuerza y ​​una riqueza asombrosa.
 



Ese mismo verano, por motivos parecidos, comencé a participar en las reuniones de los cuáqueros.
Los cuáqueros son profundamente igualitarios: el espíritu puede expresarse a través de cualquiera y por lo tanto el silencio de la reunión es un silencio de “escucha”. Es sin duda “un silencio que aguarda el momento de romperse”.
 
Lo primero que llamó mi atención, junto a las grandes vistas y los amplios cielos, fueron los pájaros. Para encontrarlos y para verlos tenía que estar muy atenta al instante inmediato, siempre en el presente, en el ahora; en esa actitud que los budistas llaman de “atención”. Los pájaros es cuestión de ahora o nunca. Hay que moverse con mucho sigilo y mucha cautela, y responder en todo momento a lo que el presente nos brinde. Hay que esperar. Es una sensación de espera en silencio.
Los pájaros habitan en espacios de silencio. Hay que estar en silencio para verlos, pues van y vienen como un regalo silencioso.
 
Desierto del Sinai.
La última noche en el Sinaí la pasé en vigilia, sentada, observando y escuchando el silencio.
El silencio era muy puro. Todo era absoluta quietud y absoluto silencio. La noche en el desierto no era demasiado oscura y el cielo exhibía su profundidad: las estrellas titilaban de verdad, y percibía su distancia. El cielo no era una bóveda negra, sino un retroceso infinito. El silencio a la luz de las estrellas, el tiempo, la distancia: el infinito. Era el silencio más profundo que había experimentado.
Esa noche sentí la inmensa, deliciosa y sobrecogedora presencia de Dios.
El sonido del silencio en la noche del desierto era el sonido de la bendición.
En el desierto descubrí que el silencio es, en sí mismo, una forma de libertad: genera libertad, alternativas, claridad interior y fortaleza.
Empecé a pensar que tal vez el silencio es Dios. Que tal vez Dios es silencio.
 


Y entonces murió mi madre.
Hay en la muerte un silencio absoluto, especialmente en muertes como ésta, cuando la gente está preparada y prescinde del bullicio de la intervención médica. El cuerpo, siempre agitado y ruidoso, queda en silencio y ese silencio parece que se dilata e inunda primero la habitación y luego toda la casa. Fue un silencio prolongado.
La muerte es en si mismo silencio; por eso pensamos que el silencio es muerte. En cierto sentido, la muerte es el único silencio.
El silencio de la muerte es insoportable para una sociedad tan ruidosa como la nuestra. No nos permitimos tiempo suficiente para estar en el silencio de los muertos y para honrarlo.
 



"¿Alguien me escucha?, el silencio en la naturaleza", conferencia a cargo de Sara Maitland (activar subtítulos en español):
https://www.youtube.com/watch?v=86ChV50MTXs&t=1641s



“In Pursuit of Silence” es una película meditativa sobre nuestra relación con el silencio y el impacto del ruido en nuestras vidas. En la modernidad, los avances tecnológicos y el rápido crecimiento de las ciudades hacen que el silencio sea cada vez más una leyenda.



 

14 de mayo de 2023

LA MUERTE DE UN MAESTRO DE TÉ. SEN NO RIKYU.

A fines del siglo XVI, un anciano maestro del té le enseña el camino del té a un testarudo Shogun. A través de la fuerza de voluntad y la lucha valiente, Hideyoshi se convierte en el señor de la guerra más poderoso de Japón, unificando el país. Rikyu, a través de la ceremonia del té y los arreglos florales, templa a su señor, ayudando a Hideyoshi a concentrarse en una sola flor o estar en una habitación sencilla donde la forma de una taza es lo más importante. Pero otras fuerzas alimentan las ambiciones de Hideyoshi: los portugueses traen un globo terráqueo y armas, y él cree que puede conquistar Corea y China. Cuando Rikyu plantea dudas sobre la invasión de China, Hideyoshi exige una disculpa y el mismo Rikyu debe encontrar coraje en el camino del té y llevar a cabo seppuku.      

POEMA DE MUERTE
¡Bienvenida a ti,
¡oh espada de la eternidad!
A través de Buda
y de Daruma por igual,
has abierto tu camino.      

La muerte de un maestro de té. Sen no Rikyu. Película de 1989, dirigida por Kei Kumai. El papel de Rikyu interpretado por Toshirô Mifune. Gano en el mismo año en el Festival de Venecia el León de Plata al mejor director. Activar subtítulos en español.


Sen no Rikyu nació en la ciudad comercial de Sakai en 1522. Se le dio el nombre de Yoshiro al nacer. El joven Yoshiro comenzó a estudiar la ceremonia del té a una edad temprana. Primero aprendió un estilo tradicional con Kitamuki Dochin y luego un estilo contemporáneo con Tekeno Joo, en la escuela fundada por el famoso Murata Shuko. Su formación como monje zen comenzó en el Templo Daitokuji en Kioto. Este templo tuvo una larga y profunda relación con el té. Rikyu fue el fundador de la escuela de la ceremonia del té llamada sen. Murió en 1591.
Cuando cumplió 58 años pasó a ser el maestro oficial del té de Oda Nobunaga, el principal daimio de Japón. Después del asesinato de Nobunaga, se convirtió en el maestro del té de Toyotomi Hideyoshi, el sucesor de Nobunaga.
Cuando Hideyoshi ofreció un té en el Palacio Imperial en 1585, Rikyu recibió el rango budista de koji del emperador Ogimachi. Este era un título honorífico para un laico que había vivido como un budista fiel y piadoso, y desde ese momento fue conocido como Sen no Rikyu Koji. Esto estableció su preeminencia entre los principales practicantes de té japonés.


Sen no Rikyu marcó de manera definitiva el carácter y desarrollo de la ceremonia del té. Es responsable de la introducción de los tazones de té conocidos como raku y un nuevo tipo de tetera de hierro. Sus gustos y acercamientos realizados a la ceremonia enfatizaron el uso de objetos sencillos, con apariencia de herramientas cotidianas. Daba medidas reducidas de la casa de té, chashitsu, invitación a una mayor comunión entre los participantes, y acentuaba la tendencia ya iniciada en la época anterior del efecto rústico como definitorio del estilo de casa de té.
Según Rikyu hay cuatro cualidades fundamentales que deben ejemplificarse en la ceremonia del té: Armonía, Respeto, Pureza, Tranquilidad. 


Muchos de los comportamientos prescritos utilizados en la ceremonia del té japonés contemporáneo fueron introducidos por Rikyu. Algunas de sus contribuciones incluyen:
* Una casa de té con capacidad para cinco personas,
* Una pequeña habitación separada donde se lavan los utensilios de té.
* Dos entradas, una para el anfitrion y otra para los invitados.
* Una puerta lo suficientemente baja como para obligar a los invitados a agacharse para entrar, humillándose en preparación para la ceremonia del té.