22 de abril de 2023

SANTÔKA. EL ÚLTIMO MONJE PEREGRINO.

Taneda Santokâ种田山山头火(1882-1940): El último célebre peregrino japonés. Su madre se suicida cuando solo contaba una vez años. Este episodio jamás sería olvidado por el poeta, que intentó durante toda su vida ahogar sus recuerdos en sake, hasta el punto de llegar a un alcoholismo crónico. Más tarde, se casa, tiene un hijo y se separa. El último de sus hermanos se suicida. Borracho, intenta suicidarse plantándose de pie entre los raíles de un tren que avanzaba hacia él. El tren frena a tiempo y es recogido por el prior de un templo zen, que le invitó a quedarse con él. A los cuarenta y dos años es ordenado monje zen. Hizo una peregrinación de cuatro años. Parte de este tiempo lo dedicó a llevar a cabo la peregrinación de los 88 templos de Shikoku. Sus versos, en cuanto a forma y palabra de estación, son totalmente libres. En la historia del haiku se le tiene muy en cuenta debido a la carga de energía espiritual que poseen sus versos. 


En uno de sus diarios postreros escribe Santokâ: “No soy otra cosa que un monje errante. No hay nada que se pueda decir de mí excepto que soy un peregrino loco que ha gastado toda su vida de aquí para allá, como las plantas que flotan en el agua que va discurriendo de una orilla a otra. Parece patético pero he encontrado la felicidad en esta vida miserable y tranquila. El agua fluye, las nubes pasan, sin nunca parase y establecerse. Cuando sopla el viento, caen las hojas. Como nadan los peces o vuelan los pájaros, yo ando y ando, y sigo adelante…”.
Contraportada.     
 


En la más honda espesura
de la montaña,
llegar a la desnudez
Pag. 13 


En el agua hay un reflejo 
Es alguien que va de viaje 
Pag.45
 
 
Caen las hojas…
Dentro, en lo profundo,
contemplo al Buda.
Pag. 64
 

Cae la lluvia                                                  
y, tal como cae, me moja:                             
Ando expuesto.
Pag. 77 


Mi cuenco de mendigar 
ha aceptado las hojas 
que le han caido. 
Pag. 103 


Yo, ahora, aquí
el azul de un mar
que no tiene limites
pag. 113
 
Taneda Santoka. EL MONJE DESNUDO. 100 haikus. Ediciones Miraguano.

 
Tan sólo andar.
Tan solo volver con hierbas
pegadas en el cuerpo.


La nieve                                                         
de la vida y de la muerte                               
cae incesantemente.                    


Esta es la piedra, 
empapada de lluvia, 
que marca el camino. 


Museo Santoka Furusato (ciudad de Hofu):
https://www.youtube.com/watch?v=cQUwdEhu0Jk

 

 

 

 


 
 
 
 
 

10 de abril de 2023

FILOSOFÍA DEL BUDISMO ZEN. Haiku. BYUNG-CHUL HAN. FILÓSOFO Y ENSAYISTA SURCOREANO.

este camino                                                
nadie ya lo recorre, 
salvo el crepúsculo. 
Matsuo Bashô

Los haikus, es decir, los poemas zen, no son “expresiones del alma”.
Pueden interpretarse más bien como “puntos de vista de un nadie”. En ellos no se puede buscar ninguna interioridad. No se expresa allí ningún “yo lírico”. Ningún yo “lírico” inunda las cosas, las convierte en metáforas o símbolos. Más bien, el haiku hace que las cosas brillen en su ser así. El haiku no es ni “personal” ni “impersonal”. Los haikus no se refieren a ninguna significación escondida, que haya que averiguarse. No hay ninguna metáfora que deba someterse a una interpretación. El haiku es “patente por completo”. Está “claro” en sí. No hace falta ponerse a esclarecerlo.
 
El haiku revela su “sentido” por completo. Por así decirlo, no tiene nada que esconder. No está vuelto hacia dentro. No habita en él ningún “sentido profundo”. La clara apertura, la anchura sin trabas del haiku, brota del corazón desinteriorizado, vaciado, del reconocimiento a manera de nadie sin interioridad.

El constante peregrinar de Bashô es una expresión de su corazón que ayuna, que no se pega a nada, no se aferra a nada. El caminar de Bashô no es un “sosegado” andar vagando bajo el aliento de las musas. Es más bien un peregrinar sin “aposento”, un constante y doloroso despedirse también. Sin embargo, el llanto de Bashô no tiene la oprimente gravedad de una “melancolía”. Más bien, brilla como una serenidad. 
Esta tristeza clara y serena es el templo fundamental de su corazón, que no mora en ninguna parte y siempre está despidiéndose.


Bashô sin duda conoce el
Sutra del diamante, donde se habla de aquel corazón que brota del no morar en ninguna parte, del no descansar en lugar alguno. El caminar como un no habitar en ninguna parte a pesar de toda forma de retención. No solo se refiere a la relación con el mundo, sino también a la relación consigo mismo. No habitar en ninguna parte significa a la vez no afianzarse en sí mismo, no aferrarse a sí mismo, o sea, dejarse marchar, soltarse de sí mismo, en medio de la caducidad dejarse perecer también a sí mismo. Este desprendimiento es la constitución del corazón que no habita en ninguna parte. Caminar significa hacer que también “el sí mismo esté en camino”. 
El no habitar en ninguna parte como un caminar presupone una renuncia radical a la posesión, a lo “mío”. Bashô camina siempre, se detiene en el respectivo presente.
El no habitar en ninguna parte cuestiona de manera radical el paradigma de la identidad.
El no morar en ninguna parte no niega simplemente la casa y el habitar. Más bien, abre una dimensión originaria del habitar. Permite habitar sin estar en casa “en sí mismo”, sin afianzarse “en sí mismo” como en su propia casa, sin aferrarse a sí mismo y a su posesión. “Abre” la casa, le da un tono amable. La casa pierde con ello el clima de administración doméstica, la estrechez del interior y de la interioridad. “Se des-interioriza para convertirse en posada”.

Conferencia Byung-Chul Han en la UIMP: