27 de julio de 2015

PINTURA Y ESPIRITUALIDAD (III). IKE NO TAIGA 池大雅

Ike No Taiga (1723-1776). Pintor y calígrafo japonés nacido en Kyoto durante el periodo Edo. Ya los seis años empezó a ser instruido en caligrafía y budismo en el templo zen Manpuku ji, con el que mantuvo una fuerte conexión el resto de su vida. La mayoría de sus obras reflejan su pasión por la pintura clásica china de las épocas Yuan y Ming (llamada en Japón bunjin-ga), aunque también incorporará técnicas modernas y revolucionarias en sus pinturas. Es autor de numerosos paisajes sobre los lugares más bellos de su país, colmados de lirismo y poesía. Peregrinó a menudo por las montañas de Japón buscando inspiración. Amigo de Busón, juntos perfeccionaron el bunjin-ga.


Decían de él diferentes críticos de la época:

"Cuando Taiga recibía sus honorarios por una pintura, abría un abanico para que el dinero fuera depositado encima. A continuación lo deslizaba en una caja que tenía al lado, sin romper el sello ni tan siquiera tocarlo. Decía que si lo contaba, se despertaría en él cierto afán de codicia por insignificante que fuera, lo que sería malo. Ya que el don de la pintura era un tesoro que el cielo le había concedido, decía que el dinero que recibiera lo utilizaría sólo para cosas como arroz y mijo. La caja que tenía a su lado se la pasaba a quienes le llevaban productos alimenticios, diciéndoles que contenía regalos del cielo, que cogieran algo y prosiguieran su camino. Los comerciantes habrían la caja, sacaban el dinero, cobraban su cuenta y se marchaban.
-Volved cuando haya más- decía Taiga.
De este modo evitaba tener que tocar el dinero con sus manos".


"En la actualidad hay unas diez personas que pintan bien. Pero si no hablamos de técnica, Ike no Taiga es el único entre ellos que ha renunciado al mundo corrompido. Yo le conozco de antes y he oído hablar de lo que ha hecho, y lo cierto es que tiene todo el aire de un eremita de antaño. Cuando coge sus pinceles, la verdad es que no hay un ápice de vulgaridad en lo que ha pintado".


"Le tenían sin cuidado los convencionalismos, estaba por encima de las cosas materiales y de los intereses mundanos. Era natural que sus pinturas fuesen maravillosas".

Felicidad de la pobreza noble. Koji Nakano. Maeva ediciones. Páginas 85, 88 y 89.