Solo en la medida en que nos exponemos a la aniquilación una y otra vez podemos hallar en nosotros aquello que es indestructible.
Que
todo se nos venga abajo es una prueba y también una especie de curación.
Pensamos que la cuestión es pasar la prueba o superar el problema, pero en
realidad las cosas no se resuelven. Las cosas se caen a pedazos y después éstos
se vuelven a juntar. Simplemente sucede así. La curación proviene del hecho de
dejar espacio para que todo esto ocurra: espacio para la pena, para el alivio,
para la aflicción y para la alegría.
Lo
más importante de todo es dejar sitio para el no saber. Tratamos de hacer lo
que pensamos que nos puede ayudar, pero no sabemos.
Cuando
todo se derrumba y estamos a punto de no se sabe qué, la prueba para cada uno
de nosotros es quedarnos en ese punto, en ese límite, y no concretar. El camino
espiritual no consiste en tratar de llagar al cielo y finalmente acceder a un
lugar magnífico. De hecho, esta manera de mirar las cosas es lo que nos hace
ser desgraciados.
Nada
sucede al gusto de nuestros sueños.
Permanecer
con el corazón roto, con el estómago revuelto, con el sentimiento de estar
desvalido y queriendo venganza, esa es la senda del verdadero despertar.
En lugar de quejarnos o rechazar la experiencia, podemos dejar que la energía de la emoción, la calidad de lo que estamos sintiendo, nos atraviese el corazón. Esto es más fácil de decir que hacer. Ahí es donde descubrimos la ausencia del ego: cuando todos nuestros esquemas se caen a pedazos. Llegar al límite es como encontrar el pasadizo hacia la salud y la bondad incondicional de la humanidad.
El
lugar más seguro y protegido para empezar a trabajar en este sentido es durante
la meditación formal.
Al practicar la meditación no estamos intentando estar a la altura de ningún ideal; muy al contrario, nos quedamos con nuestra experiencia tal como es. “Este mismo momento es el profesor perfecto porque siempre está con nosotros”.
Podemos
quedarnos con lo que está pasando y no disociarnos. El despertar se encuentra
en el placer y en el dolor, en la confusión y en la sabiduría, está disponible
en cada momento de nuestra extraña, insondable y ordinaria vida.
Es
una gran ayuda recordarnos constantemente que la meditación tiene que ver con
abrirse y relajarse con lo que surja, sin escoger ni elegir.
Los
pensamientos, emociones, estados de ánimo y recuerdos vienen y van, y el ahora
básico siempre está aquí.
La
forma de disolver nuestra resistencia a la vida es encontrarnos con ella cara a
cara.
Debajo
de nuestras vidas ordinarias, debajo de todo lo que hablamos, de todo lo que
nos movemos, de todos los pensamientos de nuestra mente, hay una fundamental
falta de suelo bajo los pies. Esta ausencia está allí, borboteando
constantemente; la experimentamos como inquietud y nerviosismo, y también como
miedo. Es lo que motiva la pasión sexual, la agresión, la ignorancia, los celos
y el orgullo, pero nunca descendemos hasta su esencia.
Detenerse un momento en lugar de llenar el espacio de manera inmediata es una experiencia transformadora.
https://www.youtube.com/watch?v=_kDwINzk1GU
Templo budista Vajrayana de Panillo Dag Shang Kagyu. Huesca:
https://www.youtube.com/watch?v=1ZnLkgZzNxs