11 de febrero de 2024

PERFECT DAYS. WIM WENDERS.

Viendo esta película me he acordado del koan zen que dice: “Cada día es un buen día”.
Y sí, así se podía haber titulado la película que va a representar a Japón en los Oscar, que ya recibió el premio al mejor actor en el festival de Cannes.
Perfect days, dirigida por Wim Wenders, narra el día a día de  Hirayama, papel interpretado por Kôji Yakusho, que trabaja en la limpieza de los baños públicos de Tokio. Impresionantes baños de diseño, que se construyeron para la reciente olimpiada. Su vida es rutinaria, solitaria, pero él es feliz. Es una persona sencilla, afable, tranquila, poco habladora, contemplativa. Alejado del mundo digital, colecciona casetes de los 70-80. Se levanta pronto por la mañana, se arregla con esmero, se toma de desayuno una bebida de una máquina expendedora y, mientras conduce la furgoneta en la que transporta los útiles de trabajo, escucha con deleite una sugerente canción de los 70-80 en el radiocasete de su vehículo. Como una de Lou Reed, que da título a la película. Limpia los baños meticulosamente, con atención plena. Lo que en el zen se denomina samu. A media mañana, hace un alto, se dirige a un parque cercano, se inclina al atravesar el torii de la entrada y se sienta en un banco, siempre el mismo, contempla las copas de los árboles (momiji, el arce japonés) mientras se come un sándwich de almuerzo. La palabra japonesa Komorebi significa "la interacción de la luz y las hojas cuando los rayos del sol se filtran entre los árboles", que es lo que Hirayama contempla todos los días en el parque. Después saca de su bolsillo una cámara antigua, de las de carrete y que hace las fotos en blanco y negro, y hace una foto a las copas de los árboles. Siempre la misma, pero siempre diferente. Desde el banco mira, más bien contempla, a otras personas del parque, una chica joven, un indigente, y conecta con ellas sin necesidad de hablar. Cuando termina su trabajo va a un pequeño restaurante, siempre al mismo, y se come unos fideos. Por la tarde acude a unos baños públicos y repite y disfruta del mismo ritual de limpieza todos los días. De vez en cuando, acude a una tienda de libros de segunda mano y se compra uno por un euro, que lee por la noche antes de dormir. También acude a un bar a tomar algo, siempre el mismo, con los clientes habituales. Por la noche sueña en blanco y negro con las hojas de los árboles movidas por el viento. Sus sueños parecen pinturas sumi-e. 
Me ha recordado al libro de Tanizaki “Elogio de la sombra”. En él se dice que "en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello es un juego de claroscuros que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra". Seguramente Wim Wenders se ha inspirado en este libro.
A veces, suceden encuentros inesperados en su vida, con personas que se acercan a él para sentirse reconfortados, no tanto por sus escasas palabras, de una sabiduría sencilla, como “mañana es mañana, ahora es ahora”, sino por la paz que transmite.
Quizá la película puede parecer un poco larga, 120 minutos. Seguramente el director podría haberla reducido a 90 minutos, pero si no lo ha hecho es porque quiere que el espectador comparta el ritmo lento de vivir la vida de Hirayama. Y lo consigue.
En la película parece que no pasa gran cosa, pero lo que ocurre es sutil, íntimo, bello. Hirayama encuentra el sentido de su vida en lo ordinario, lo cotidiano, lo pequeño, como su afición de rescatar y cuidar con esmero y delicadeza brotes de árboles.
La última escena de la película, con un primer plano de su rostro, en la que va conduciendo la furgoneta, escuchando y sintiendo una canción, es impresionante.
 


Perfect days - Trailer español: