Viendo esta película me he acordado del koan zen que
dice: “Cada día es un buen día”.
Y sí, así se podía haber titulado la película que va a representar a Japón en los Oscar, que ya recibió el premio al mejor actor en el festival de Cannes.
Perfect days, dirigida por Wim Wenders, narra el día a día de Hirayama, papel interpretado por Kôji Yakusho, que trabaja en la limpieza de los baños públicos de Tokio. Impresionantes baños de diseño, que se construyeron para la reciente olimpiada. Su vida es rutinaria, solitaria, pero él es feliz. Es una persona sencilla, afable, tranquila, poco habladora, contemplativa. Alejado del mundo digital, colecciona casetes de los 70-80. Se levanta pronto por la mañana, se arregla con esmero, se toma de desayuno una bebida de una máquina expendedora y, mientras conduce la furgoneta en la que transporta los útiles de trabajo, escucha con deleite una sugerente canción de los 70-80 en el radiocasete de su vehículo. Como una de Lou Reed, que da título a la película. Limpia los baños meticulosamente, con atención plena. Lo que en el zen se denomina samu. A media mañana, hace un alto, se dirige a un parque cercano, se inclina al atravesar el torii de la entrada y se sienta en un banco, siempre el mismo, contempla las copas de los árboles (momiji, el arce japonés) mientras se come un sándwich de almuerzo. La palabra japonesa Komorebi significa "la interacción de la luz y las hojas cuando los rayos del sol se filtran entre los árboles", que es lo que Hirayama contempla todos los días en el parque. Después saca de su bolsillo una cámara antigua, de las de carrete y que hace las fotos en blanco y negro, y hace una foto a las copas de los árboles. Siempre la misma, pero siempre diferente. Desde el banco mira, más bien contempla, a otras personas del parque, una chica joven, un indigente, y conecta con ellas sin necesidad de hablar. Cuando termina su trabajo va a un pequeño restaurante, siempre al mismo, y se come unos fideos. Por la tarde acude a unos baños públicos y repite y disfruta del mismo ritual de limpieza todos los días. De vez en cuando, acude a una tienda de libros de segunda mano y se compra uno por un euro, que lee por la noche antes de dormir. También acude a un bar a tomar algo, siempre el mismo, con los clientes habituales. Por la noche sueña en blanco y negro con las hojas de los árboles movidas por el viento. Sus sueños parecen pinturas sumi-e.
Y sí, así se podía haber titulado la película que va a representar a Japón en los Oscar, que ya recibió el premio al mejor actor en el festival de Cannes.
Perfect days, dirigida por Wim Wenders, narra el día a día de Hirayama, papel interpretado por Kôji Yakusho, que trabaja en la limpieza de los baños públicos de Tokio. Impresionantes baños de diseño, que se construyeron para la reciente olimpiada. Su vida es rutinaria, solitaria, pero él es feliz. Es una persona sencilla, afable, tranquila, poco habladora, contemplativa. Alejado del mundo digital, colecciona casetes de los 70-80. Se levanta pronto por la mañana, se arregla con esmero, se toma de desayuno una bebida de una máquina expendedora y, mientras conduce la furgoneta en la que transporta los útiles de trabajo, escucha con deleite una sugerente canción de los 70-80 en el radiocasete de su vehículo. Como una de Lou Reed, que da título a la película. Limpia los baños meticulosamente, con atención plena. Lo que en el zen se denomina samu. A media mañana, hace un alto, se dirige a un parque cercano, se inclina al atravesar el torii de la entrada y se sienta en un banco, siempre el mismo, contempla las copas de los árboles (momiji, el arce japonés) mientras se come un sándwich de almuerzo. La palabra japonesa Komorebi significa "la interacción de la luz y las hojas cuando los rayos del sol se filtran entre los árboles", que es lo que Hirayama contempla todos los días en el parque. Después saca de su bolsillo una cámara antigua, de las de carrete y que hace las fotos en blanco y negro, y hace una foto a las copas de los árboles. Siempre la misma, pero siempre diferente. Desde el banco mira, más bien contempla, a otras personas del parque, una chica joven, un indigente, y conecta con ellas sin necesidad de hablar. Cuando termina su trabajo va a un pequeño restaurante, siempre al mismo, y se come unos fideos. Por la tarde acude a unos baños públicos y repite y disfruta del mismo ritual de limpieza todos los días. De vez en cuando, acude a una tienda de libros de segunda mano y se compra uno por un euro, que lee por la noche antes de dormir. También acude a un bar a tomar algo, siempre el mismo, con los clientes habituales. Por la noche sueña en blanco y negro con las hojas de los árboles movidas por el viento. Sus sueños parecen pinturas sumi-e.
Me ha recordado al libro de Tanizaki “Elogio de la sombra”. En él se
dice que "en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el
enigma de la sombra. Lo bello es un juego de claroscuros que va formando el
juego sutil de las modulaciones de la sombra". Seguramente Wim Wenders se ha
inspirado en este libro.
A veces, suceden encuentros inesperados en su vida, con personas que se acercan a él para sentirse reconfortados, no tanto por sus escasas palabras, de una sabiduría sencilla, como “mañana es mañana, ahora es ahora”, sino por la paz que transmite.
Quizá la película puede parecer un poco larga, 120 minutos. Seguramente el director podría haberla reducido a 90 minutos, pero si no lo ha hecho es porque quiere que el espectador comparta el ritmo lento de vivir la vida de Hirayama. Y lo consigue.
En la película parece que no pasa gran cosa, pero lo que ocurre es sutil, íntimo, bello. Hirayama encuentra el sentido de su vida en lo ordinario, lo cotidiano, lo pequeño, como su afición de rescatar y cuidar con esmero y delicadeza brotes de árboles.
La última escena de la película, con un primer plano de su rostro, en la que va conduciendo la furgoneta, escuchando y sintiendo una canción, es impresionante.
A veces, suceden encuentros inesperados en su vida, con personas que se acercan a él para sentirse reconfortados, no tanto por sus escasas palabras, de una sabiduría sencilla, como “mañana es mañana, ahora es ahora”, sino por la paz que transmite.
Quizá la película puede parecer un poco larga, 120 minutos. Seguramente el director podría haberla reducido a 90 minutos, pero si no lo ha hecho es porque quiere que el espectador comparta el ritmo lento de vivir la vida de Hirayama. Y lo consigue.
En la película parece que no pasa gran cosa, pero lo que ocurre es sutil, íntimo, bello. Hirayama encuentra el sentido de su vida en lo ordinario, lo cotidiano, lo pequeño, como su afición de rescatar y cuidar con esmero y delicadeza brotes de árboles.
La última escena de la película, con un primer plano de su rostro, en la que va conduciendo la furgoneta, escuchando y sintiendo una canción, es impresionante.
Este es el listado con todas las canciones que
suenan en Perfect Days:
The House of the Rising Sun – The Animals
Pale Blue Eyes – The Velvet Underground
(Sittin’ on) The Dock of the Bay – Otis Redding
Redondo Beach – Patti Smith
(Walkin’ Thru the) Sleepy City – The Rolling Stones
Aoi sakana (Blue Fish) – Sachiko Kanenobu
Perfect Day – Lou Reed
Sunny Afternoon – The Kinks
The House of the Rising Sun – Maki Asakawa
Brown Eyed Girl – Van Morrison
Feeling Good – Nina Simone
Muchas gracias. La veré sin duda. Ya la tenía en el punto de mira.
ResponderEliminarUn abrazo grande
La resumiria como atención plena en todo lo que realices y hacerlo con toda el alma. Aconsejo quedarse hasta el final, hasta el último título Aparece algo que da una pista importante
ResponderEliminarMaravillosa
Vaya, yo no me quedé hasta el último título. Me has dejado intrigado. ¿qué me he perdido?
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