9 de noviembre de 2025

JÔSHÛ. MAESTRO ZEN CHINO DE LA DINASTÍA TANG.

Jôshû (en chino Chao-Chou) (778-897) vivió en el siglo de oro del zen, los últimos años de la dinastía T'ang. Fue uno de los maestros zen más famosos de China, superando a todos sus coetáneos en espontaneidad y creatividad. Fue ordenado monje siendo muy joven ya los dieciocho años ya tuvo kensho. A continuación comenzó a peregrinar. Así se encontró con el maestro Nansen. Cuando Jôshû ya tenía cincuenta años, al escuchar las palabras de Nansen “la mente ordinaria es el camino” tuvo una gran iluminación.  
Cuando murió Nansen, Jôshû ya tenía sesenta años. Dejó el monasterio y comenzó una vida de peregrinación que duró veinte años en la que visitó a otros maestros.
Por fin se descubrió en un pequeño templo en la capital provincial de Jôshû, no muy lejos de Pekín. Allí estuvo enseñando de los ochenta a los ciento veinte años de edad, y de allí le viene su nombre.
Extraído del libro “Biografías de maestros zen”, de Ana María Schlüter.     


Un monje dijo a Jôshû: “El puente de piedra de Jôshû es famoso en todo el mundo, pero al llegar aquí no veo más que una pasarela de madera”.
Jôshû contestó: “Tú no ves más que una pasarela de madera y no ves el puente de piedra”.
El moje: “¿Qué es el puente de piedra?”
Jôshû: “Deja pasar a burros ya caballos”.
 
“¿Conociste a Nansen?”, le preguntó un monje lleno de admiración.
“En Shin-chou (el distrito donde reside) crecen grandes nabos”, contestó Jôshû.
 
Un monje preguntó a Jôshû: “¿Qué dirías tú si yo viniera a donde ti con nada?”
Jôshû respondió: “Lánzalo al suelo”.
El monje protestó: “Yo he dicho que no tenía nada, entonces, ¿qué es lo que tengo que soltar?”
“Bien, en este caso llévatelo”, fue la contestación de Jôshû.
 
Jôshû fue preguntado en cierta ocasión por un monje: “Todas las cosas son reducibles a la unidad, ¿a qué se reducirá, pues, este uno a su vez?”.
La contestación del maestro fue la siguiente: “Cuando yo me hallaba en el distrito de Tsin, poseía una indumentaria monacal, que pesaba siete chin”.
 
Un monje, aún novicio, se acercó a Jôshû y le rogó tuviera a bien irle adoctrinando en el zen.
Jôshû dijo: “¿Hoy todavía no has desayunado?”.
El monje respondió: “Sí señor, acabo precisamente de hacerlo”.
“¡Entonces, lava tus tazas y escudillas!”, contestó Jôshû.
 
 
Un día barría Jôshû el suelo, cuando un monje le preguntó: "Vos sois un maestro tan sabio y santo. Decidme, ¿cómo es posible que se forme polvo en vuestro patio?".
El maestro repuso: “Él viene de fuera”.
 
Cuando Jôshû fue preguntado qué importancia atribuía a la aparición de Bodhidharma en el Oriente, respondió: “El ciprés en el patio”.
“Tú hablas”, repuso el monje, “de un símbolo objetivo”.
“No, yo no hablo de un símbolo objetivo”, respondió.
El monje prosiguió interrogando: “¿Cuál es, pues, el principio fundamental del budismo?”.
“El ciprés en el patio”, respondió de nuevo Jôshû.
 
Cuando se le preguntó a Jôshû qué era el zen, respondió: “Hoy está nublado y no contestaré”.
 
Al ser interrogado Jôshû sobre la “primera palabra”, tosió.
El monje observó: “¿Esto no se trata de aquello?”
“¿Por qué? ¿A un viejo no le está permitido toser?”. Esta fue la rápida réplica del maestro.
 
Jôshû estaba barriendo el patio y un monje le preguntó: “¿Cómo es que una mota de polvo entró en este suelo santo?”
A esto respondió Jôshû: “¡Aquí llega otra!”.
 
Un monje le preguntó: “¿Cómo es que sin el consentimiento paterno uno no puede ser ordenado?”
“¡Qué superficial!”, contestó Jôshû.
“No puedo entender”, respondió el monje.
“¡Qué profundo!”, le replicó el maestro.
 
Un monje preguntó a Jôshû: “¿Qué es el Buda?”.
“Ese que está en la sala”, le respondió el maestro.
Dijo el monje: “El que está en la sala es una imagen, una masa de barro”.
“Así es”, afirmó Jôshû.
“¿Y qué es el Buda?”, insistió el monje.
“Ese que está en la sala”, respondió el maestro.
 
Un monje preguntó a Jôshû: "Cuando el cuerpo se desmorona en pedazos y retorna al polvo, allí mora eternamente una sola cosa. Esto me lo dijeron, pero ¿dónde mora esta cosa única?"
El maestro replicó: “Esta mañana hay otra vez viento”.


13 de octubre de 2025

MATSUO BASHÔ. HAIKU Y ZEN.

Matsuo Bashoo (1644-1694): En su juventud trabajó con un señor feudal; a su muerte, abandonó la vida de samurái y se trasladó a Edo, donde empezó a escribir y adoptó el nombre de Bashô (banano) cuando se fue a vivir a Bashô-an (la ermita del banano), en Fugakawa. Se formó en el haiku con el maestro Kitamura Kigin, de la escuela Teitoku. Estudió
zen con el maestro Bucchó. Sus primeros poemas son intrascendentes y ligeros, pero a partir de su práctica zen Bashô busca una mayor trascendencia para su poesía, le añade hondura, y convierte sus haikus en la poesía de la naturaleza, del silencio, de lo ordinario, del instante. Viajó mucho y registró numerosos diarios de sus travesías. Escribió unos 2.000 haikus. Consecuente con el camino del haiku que él funda, Bashô será durante toda su vida un constante peregrino, de vida ascética y pobreza material. Así puso en práctica el espíritu de los antiguos en su vida diaria. Lo que le hace uno de los más grandes poetas del mundo –en frase de Blyth- es el hecho de que vivió la poesía que escribió, y escribió la poesía que vivió. 

Duerme al raso 
y entenderás mis haikus. 
Viento de otoño. 

Se cuenta que Bashô, el gran maestro del haiku, estaba un día sentado en la orilla de un viejo estanque que había junto a la cabaña en la que vivía, cuando recibió la visita de Bucchô, su maestro zen, acompañado de algunos poetas. En un momento determinado, el maestro le instó a responder a la pregunta de cuál era el camino de Buda. La respuesta de Bashô, cuando en ese instante saltó una rana, fue: 

El viejo estanque;                   古池や (Furu ike ya) 
se zambulle una rana:             かわず飛び込む (kawazu tobikomu)
el sonido del agua.                  水の音 (mizu no oto).
 
Bucchô aprobó la comprensión del zen de Bashô.
Este haiku es el más famoso de Bashô, y es un haiku histórico. Antes el haiku era más bien un pasatiempo social, un juego de palabras. Bashô, influenciado por la práctica del zen, le añade hondura al haiku.

Más haikus de Bashô con sabor a zen (zenmi):

Siento en el templo                       Seguramente                                      
mi verdadero rostro.                     será como esta tarde                                     
Miró la luna.                                 el otro mundo.    
                                                             
Este camino                                  Los monjes beben 
nadie ya lo recorre,                       el té del amanecer. 
salvo el crepúsculo.                      Flor de silencio.          

Colchón de hielo                     
y unas mantas de viento.
El niño pobre.                                        
                               
                                                                        
                                                  
                                       
                          

28 de septiembre de 2025

¿IA? NO, GRACIAS, PREFIERO LA IG.

Koko fue un gorila que nació en el Zoológico de San Francisco en 1971 y que se hizo mundialmente famoso por aprender la lengua de signos y comunicarse con humanos. Bajo la tutela de la psicóloga Francine Patterson, Koko llegó a dominar más de 1.000 signos y comprender alrededor de 2.000 palabras en inglés, demostrando así una notable inteligencia y capacidad emocional que cambió la forma en que el mundo veía a los animales. En 2015, Koko envió un mensaje a la humanidad a través de la lengua de signos en el marco de una campaña de una ONG francesa contra el cambio climático, pidiendo la preservación de la Tierra. Koko murió mientras dormía el 19 de junio de 2018 en la sede de The Gorilla Foundation, en California, a la edad de 46 años.

Mensaje a la humanidad de Koko:
 

Soy gorila.
Soy flores, animales…
Soy naturaleza.
Koko ama al hombre.
Koko ama la tierra.
Pero hombre estúpido...
Koko llora.
¡Arregla la tierra!
¡Ayuda a la tierra!
La naturaleza te ve.
Gracias.




Noam Chomsky (filósofo, profesor, intelectual, activista) dice lo siguiente sobre las IA: Las IA no son inteligentes, sino solo sofisticados softwares de plagio, que no crean nada, sino que copian obras de artistas existentes y las cambian de tal manera que pueden escapar a los derechos de autor.

Pero el colmo ya es cuando me entero de que la IA de Elon Musk lanza mensajes nazis y antisemitas, niega el Holocausto y ensalza la figura de Adolf Hitler. ¿Pero qué IN (Inteligencia Nazi) es esta?

Así que, visto lo visto, yo me quedo con la IG, la Inteligencia Gorila.
 

14 de septiembre de 2025

EL CUARTO GIRO. LAS SEIS VISIONES DE LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL. KEN WILBER.

La mayoría de las grandes religiones siguen ancladas en la época en que se originaron (hace de ello ya más de mil años). Y hay que señalar que, en esta encrucijada, se encuentran todas las grandes religiones: o adaptan sus sistemas espirituales a los mundos modernos y posmodernos o se exponen a su extinción.

Con el paso del tiempo, el Dharma del buda ha experimentado –según el mismo budismo- tres grandes avances evolutivos. “Tres grandes giros” del budismo:
El primero de esos giros en el llamado budismo primitivo, originado durante el periodo axial que tuvo lugar en torno al siglo VI a. C., que se supone que incluye las enseñanzas del buda Gautama y se halla representado, hoy en día, por la escuela Theravada. El segundo giro de la rueda fue introducido por Nagarjuna en torno al siglo II d. C. y está representado en la actualidad por la escuela Madhyamika. Y el tercer y último gran giro fue la escuela Yogachara, originada en el siglo II d. C. y que alcanzó su apogeo en el siglo IV d. C. con los hermanos Asanga y Vasubandhu.

James Fowler fue uno de los primeros en llevar a cabo una investigación que demostró fehacientemente que la orientación espiritual de la persona depende de los estadios de las estructuras del desarrollo. Las seis visiones:


La visión mágica, un estadio centrado en la protección, la seguridad, la supervivencia y los hechizos mágicos destinados a garantizar y proteger de los malos espíritus. Se trata de una visión supersticiosa y antropomórfica en la que es frecuente el pensamiento fantástico. El culto a los ancestros se convierte en algo muy frecuente ya menudo es fuente de la oración de petición. El individuo estás más preocupado por su salvación que por la salvación de los demás.

La  visión mágica-mítica jalona la transición de un yo anteriormente omnipotente y mágico a un dios o unos dioses omnipotentes y mágicos.
Existe una creencia y un énfasis concomitante en los milagros. Yo no puedo hacer esto, pero Dios sí que puede hacerlo y, si mi aproximo ritualmente de un modo que Le complazca, Él (o Ella) hará por mí el milagro. En este estadio, empiezan a aparecer las narraciones míticas y los hechizos mágicos.
Su preocupación fundamental gira en torno al poder narcisista. Dios es poderoso, airado y vengativo y se trata de un estadio impregnado de superstición. Egoísmo y animismo.

La visión mítica posibilita el cambio de visión desde egocéntrico hasta etnocéntrico y la expansión de la identidad desde el yo individual hasta el grupo (el clan, la tribu, la religión, la comunidad o la nación). La moral probablemente cambia de egocéntrica a conformista (“mi país, esté en lo cierto o esté equivocado; mi religión, esté en lo cierto o esté equivocada; y mi grupo, esté en lo cierto o esté equivocado”).
Existe el fuerte deseo de comprender la verdad de Dios, que suele considerarse encerrada en un libro (la Biblia, el Corán, el Sutra de la Tierra Pura), que suele ser una narración mítica a la que literalmente se toma como la verdad absoluta.
Son habituales las jerarquías sociales y religiosas estrictas, como el sistema de las castas o la Iglesia.

La visión
racional-moderna ha agregado la perspectiva de tercera persona, desde la que el individuo puede asumir una visión más reflexiva, objetiva, crítica y hasta escéptica de sus experiencias y creencias. El término “racional” no solo permite cuestionar la verdad literal de las creencias religiosas míticas, sino empezar a interpretarlas también en un sentido metafórico y simbólico. Las creencias básicas tienden a basarse en las pruebas y en la razón. Todos los individuos son tratados del mismo modo, con independencia de raza, color, sexo o credo.
El budismo, desde el comienzo, ha sido una visión racional, una visión que no se basa en la fe, el dogma o la autoridad (y habla poco, en consecuencia, si es que lo hace, de dioses y diosas mitológicos) y se asienta, en su lugar, en la razón y la experiencia (aunque no todos sus seguidores lo viven desde estos niveles).

La visión pluralista-postmoderna está profundamente interesada en la no marginación, la reconciliación y la totalidad. No se limita a tolerar y aceptar pasivamente otras religiones, sino que las abraza de forma activa, tratando de entenderlas e incluirlas en su propia visión del mundo.
La visión pluralista descubre importantes verdades en todas las religiones, aunque se sienta más cómoda con la suya y no es de extrañar que trate de enriquecerla con aspectos procedentes de otras religiones. Deconstruye las jerarquías tradicionales, defiende activamente a los oprimidos y desfavorecidos, presenta una clara sensibilidad ecológica y planetaria y está especialmente abierta al misticismo natural. Es socialmente comprometida, apuesta de manera decidida por los derechos de las minorías y aboga por la sostenibilidad de toda forma de vida.
El estadio pluralista también trata de asegurarse de que nuestra fe concreta sea inclusiva, socialmente comprometida, sostenible, no opresiva y ecológica, políticamente sensible, tolerante, muestra interés por todo lo “consciente”, feminista y está orientada hacia las relaciones (“el nuevo Buda será la Sangha”).

La visión integral nos lleva hasta la vanguardia de la evolución. Aunque ha habido raros pioneros integrales que se remontan a hace mil años o más, la conciencia de segundo grado sólo superó el 1% de la población en la década de los 1970, una tasa que alcanzó el 5% durante el cambio de milenio.
Uno de los rasgos distintivos de la visión integral es su reconocimiento de las totalidades, conexiones y unidades en la diversidad. Los niveles integrales son creativos y conscientes y cada momento es nuevo, fresco, espontáneo y vivo. La visión integral es auténticamente holística y verdaderamente inclusiva.
Cualquier espiritualidad realmente integral deberá incluir –independientemente de que sea cristiana, budista, musulmana, hindú, judía, etcétera- elementos procedentes de su propia tradición o importarlos de otras tradiciones y disciplinas, incluidas las ciencias.
El cuarto giro. Ken Wilber.