10 de abril de 2023

FILOSOFÍA DEL BUDISMO ZEN. Haiku. BYUNG-CHUL HAN. FILÓSOFO Y ENSAYISTA SURCOREANO.

este camino                                                
nadie ya lo recorre, 
salvo el crepúsculo. 
Matsuo Bashô

Los haikus, es decir, los poemas zen, no son “expresiones del alma”.
Pueden interpretarse más bien como “puntos de vista de un nadie”. En ellos no se puede buscar ninguna interioridad. No se expresa allí ningún “yo lírico”. Ningún yo “lírico” inunda las cosas, las convierte en metáforas o símbolos. Más bien, el haiku hace que las cosas brillen en su ser así. El haiku no es ni “personal” ni “impersonal”. Los haikus no se refieren a ninguna significación escondida, que haya que averiguarse. No hay ninguna metáfora que deba someterse a una interpretación. El haiku es “patente por completo”. Está “claro” en sí. No hace falta ponerse a esclarecerlo.
 
El haiku revela su “sentido” por completo. Por así decirlo, no tiene nada que esconder. No está vuelto hacia dentro. No habita en él ningún “sentido profundo”. La clara apertura, la anchura sin trabas del haiku, brota del corazón desinteriorizado, vaciado, del reconocimiento a manera de nadie sin interioridad.

El constante peregrinar de Bashô es una expresión de su corazón que ayuna, que no se pega a nada, no se aferra a nada. El caminar de Bashô no es un “sosegado” andar vagando bajo el aliento de las musas. Es más bien un peregrinar sin “aposento”, un constante y doloroso despedirse también. Sin embargo, el llanto de Bashô no tiene la oprimente gravedad de una “melancolía”. Más bien, brilla como una serenidad. 
Esta tristeza clara y serena es el templo fundamental de su corazón, que no mora en ninguna parte y siempre está despidiéndose.


Bashô sin duda conoce el
Sutra del diamante, donde se habla de aquel corazón que brota del no morar en ninguna parte, del no descansar en lugar alguno. El caminar como un no habitar en ninguna parte a pesar de toda forma de retención. No solo se refiere a la relación con el mundo, sino también a la relación consigo mismo. No habitar en ninguna parte significa a la vez no afianzarse en sí mismo, no aferrarse a sí mismo, o sea, dejarse marchar, soltarse de sí mismo, en medio de la caducidad dejarse perecer también a sí mismo. Este desprendimiento es la constitución del corazón que no habita en ninguna parte. Caminar significa hacer que también “el sí mismo esté en camino”. 
El no habitar en ninguna parte como un caminar presupone una renuncia radical a la posesión, a lo “mío”. Bashô camina siempre, se detiene en el respectivo presente.
El no habitar en ninguna parte cuestiona de manera radical el paradigma de la identidad.
El no morar en ninguna parte no niega simplemente la casa y el habitar. Más bien, abre una dimensión originaria del habitar. Permite habitar sin estar en casa “en sí mismo”, sin afianzarse “en sí mismo” como en su propia casa, sin aferrarse a sí mismo y a su posesión. “Abre” la casa, le da un tono amable. La casa pierde con ello el clima de administración doméstica, la estrechez del interior y de la interioridad. “Se des-interioriza para convertirse en posada”.

Conferencia Byung-Chul Han en la UIMP: 

1 comentario: