Amable, de gran dignidad y avanzada edad, pues ya contaba ochenta años, así describe a Ninshitsu en una larga carta que Francisco Javier escribió a sus compañeros en Goa.
Ninsgitsu era el abad del monasterio de Fukushôji en Kagoshima, una ciudad situada en el sur de la isla de Kyûshû. Allí había arribado Francisco Javier el 15 de agosto de 1549 en una nave de comerciantes portugueses. A un cuarto de hora del puerto estaba el monasterio de Fukushôji. Javier lo visitó enseguida de llegar a Kagoshima.
Se trataba de un monasterio Zen de la rama Soto. A él pertenecían más de cien monjes, y Ninshitsu era su abad.
Delante del monasterio había una gran plaza con un portal con escalones que subían al templo. Sobre el más alto se sentaba Javier para que todos lo pudieran ver y oír.
Francisco Javier permaneció en Kagoshima durante un año y en tierras japonesas durante dos años y tres meses.
Javier escribió el 5 de noviembre de 1549: “Es este Ninxit tanto mi amigo, que es una maravilla”. Iba a conversar muy a menudo con él. Una de las cosas que más le llamaron la atención era ver a Ninshitsu “no saberse determinar si nuestra alma es inmortal o si muere juntamente con el cuerpo; algunas veces me dice que sí, otras que no”, escribe en la misma carta.
Ninshitsu “comprendía la doctrina cristiana y deseaba hacerse cristiano”. Pero tendría que haber renunciado al monasterio y no le pareció conveniente. Murió, sin embargo, como cristiano en 1556. Había sentido mucho la partida de Javier a China en agosto de 1552, a cuyas puertas en la isla de Sancián frente a Cantón, murió Javier el 3 de diciembre de 1552.
Extraído del libro “Biografías de maestros zen”, de Ana María Schlüter.