Nos
pasamos la vida contando y escuchando historias. Historias alegres, tristes,
aburridas, trágicas, cómicas, reales, imaginadas, soñadas, del pasado, del
futuro, pesimistas, optimistas; historias de nuestra familia, país, comunidad
autónoma; historias personales, del trabajo, de viajes... Vemos las noticias de
la TV o leemos los
periódicos para que nos cuenten historias de la actualidad y así mantenernos
informados. Vamos al cine o al teatro para distraernos con una buena historia.
Nos enganchamos en la lectura de la última novela de moda en la que se narra
una historia de varios cientos de páginas. Los hay que escriben sus memorias,
la historia de su vida para la posteridad. Algunas incluso de varios tomos.
Otros escriben biografías, casi siempre historias de personajes que han “vivido
intensamente”. Están también los obituarios. La última historia. Que más
parecen a menudo un currículum de despedida.
Tantas
y tantas historias acumuladas en nuestro interior ¡cuánto pesan!
Sufrimos
de horror vacui, de horror a la
ausencia de historias, de horror al silencio.
Qué
enfermedad tan terrible el alzhéimer, que borra nuestros recuerdos, nuestra
historia, quien nos creemos ser, nuestra identidad y nos lleva a un estado
parecido a cuando teníamos poco tiempo de vida, sólo que con unos pocos y
repetitivos recuerdos vagando a su antojo en la mente.
A
veces, cansado de contar y escuchar tantas historias, me pregunto ¿de qué
hablaríamos si no nos contáramos historias? ¿Qué podríamos decirnos?
Seguramente cosas muy sencillas, como: Qué bien huele. Es cómodo este asiento.
La respiración viene y va. Me siento tranquilo. Un pensamiento del pasado ha
surgido en mi mente. Que bonita es la taza. Te veo, te escucho, te siento
cerca. Se escucha el sonido de los coches que pasan. Qué bueno está el té. Qué
silencio más acogedor.
Y es
que hay un lugar en el que no hay historias que valgan. ¿Cuál? Pues este mismo.
Aquí. Ahora.
La conciencia que está en ti no está soñando. Sólo sueña la mente. Se cuenta historias y quiere saber si está progresando. Pero cuando te des cuenta que sólo son historias, cuando salgas de la mente, del estado de sueño, experimentarás un gran despertar. Tú no te despiertas, lo que está despierto desde siempre se hace consciente de sí mismo. Tú eres lo que está eternamente despierto.
Adyashanti. La
danza del vacío.
¿Puedes aceptar que este momento es como es y no confundirlo con la historia que la mente ha creado a su alrededor?
Eckhart
Tolle.
Hay un yo que aparece desde el vacío, y no tiene un sabor histórico, no tiene hijos, ni padres. Es completo y tranquilo.
Mooji.
Hay un yo que aparece desde el vacío, y no tiene un sabor histórico, no tiene hijos, ni padres. Es completo y tranquilo.
Mooji.
De la depresión al descanso profundo. Jeff Foster.
http://www.youtube.com/watch?v=kkBvBCyWvWA
http://www.youtube.com/watch?v=kkBvBCyWvWA
Qué bueno. Ya lo creo. La mayor parte del tiempo no hacemos otra cosa que contarnos historias. Sobre todo la nuestra, con ese personaje tragicómico como protagonista al que llamamos yo.
ResponderEliminarGracias por la entrada.
Un abrazo grande amigo
Me alegro que te haya resultado interesante esta HISTORIA que he escrito sobre las historias que nos contamos.
ResponderEliminarOtro abrazo fuerte para ti, amigo y compañero.
Gracias José Luis. Se aprende a escuchar escuchándote. Un abrazo. Emilio
ResponderEliminarGracias a ti, Emilio. A mi me sucede lo mismo. Yo también he aprendido a escuchar escuchándote.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias.
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