Documental francés del 2021, dirigido por Marie Amiguet. En el corazón de las tierras altas del Tíbet, el fotógrafo Vincent Munier guía al escritor Sylvain Tesson durante su búsqueda del leopardo de las nieves. Lo inicia en el delicado arte de la observación, en la interpretación de las huellas y en la paciencia necesaria para localizar a los animales. Mientras recorren las cumbres habitadas por presencias invisibles, los dos hombres entablan un diálogo sobre cuál es nuestro lugar entre los seres vivos y celebran la belleza del mundo. El trío Amiguet, Munier, Tesson borda un documental sencillamente insuperable, de una belleza sobrecogedora.
Se puede ver en la plataforma FILMIN.
Se puede ver en la plataforma FILMIN.
Tráiler: El leopardo de las nieves:
https://www.youtube.com/watch?v=QD8iHAzaYkU
“Al anochecer del segundo día de nuestra llegada al desfiladero, apareció.
Fue una aparición religiosa. Hoy el recuerdo de esa visión tiene un carácter sagrado para mí.
El leopardo irguió la cabeza, aspiraba el aire. Llevaba la heráldica del paisaje tibetano. Su pelaje, marquetería de oro y bronce, pertenecía al día, a la noche, al Cielo ya la Tierra. Había tomado las cresterías, los neveros, las sombras del desfiladero y el cristal del cielo, el otoño de las vertientes y la nieve eterna, los espinos de las laderas y las matas del abrótano, el secreto de las tormentas y los nubarrones de plata, el oro de las estepas y el manto de los hielos, la agonía de los muflones y la sangre de los rebecos. Vivía bajo el manto del mundo. Iba ataviado de representaciones. El leopardo, espíritu de las nieves, se había vestido con la Tierra”.
“Al anochecer del segundo día de nuestra llegada al desfiladero, apareció.
Fue una aparición religiosa. Hoy el recuerdo de esa visión tiene un carácter sagrado para mí.
El leopardo irguió la cabeza, aspiraba el aire. Llevaba la heráldica del paisaje tibetano. Su pelaje, marquetería de oro y bronce, pertenecía al día, a la noche, al Cielo ya la Tierra. Había tomado las cresterías, los neveros, las sombras del desfiladero y el cristal del cielo, el otoño de las vertientes y la nieve eterna, los espinos de las laderas y las matas del abrótano, el secreto de las tormentas y los nubarrones de plata, el oro de las estepas y el manto de los hielos, la agonía de los muflones y la sangre de los rebecos. Vivía bajo el manto del mundo. Iba ataviado de representaciones. El leopardo, espíritu de las nieves, se había vestido con la Tierra”.
Aquí, en la garganta, escrutábamos los paisajes sin cosecha garantizada. Esperábamos una sombra, en silencio, frente al vacío. ¡Qué lujo pasar un día entero esperando lo improbable!
Me juraba que al volver a Francia seguiría practicando el rececho. Tampoco hacía falta estar en el Himalaya a cinco mil metros. La grandeza de este ejercicio practicable en cualquier parte era que siempre deparaba lo que se esperaba de él. En la ventana de tu cuarto, en la terraza de un restaurante, en un bosque o en la orilla del agua, en sociedad o solo en un banco, bastaba con abrir bien los ojos y esperar a que apareciera algo. De no haber estado vigilante nunca lo habríamos visto. Y, aunque no pasara nada, la calidad del tiempo transcurrido había mejorado con la atención prestada, el rececho era una manera de proceder. Había que convertirlo en un estilo de vida”.
El rececho requiere tener el alma en vilo”.
El leopardo de las nieves. Silvain Tesson.
Un libro maravilloso. Y una película impresionante. Belleza en estado puro. Inexplicable en el fondo, misteriosa, como todo lo salvaje.
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