La mayoría de las grandes religiones siguen ancladas en la época en que se originaron (hace de ello ya más de mil años). Y hay que señalar que, en esta encrucijada, se encuentran todas las grandes religiones: o adaptan sus sistemas espirituales a los mundos modernos y posmodernos o se exponen a su extinción.
Con el paso del tiempo, el Dharma del buda ha
experimentado –según el mismo budismo- tres grandes avances evolutivos. “Tres
grandes giros” del budismo:
El primero de esos giros en el llamado budismo primitivo, originado durante el periodo axial que tuvo lugar en torno al siglo VI a. C., que se supone que incluye las enseñanzas del buda Gautama y se halla representado, hoy en día, por la escuela Theravada. El segundo giro de la rueda fue introducido por Nagarjuna en torno al siglo II d. C. y está representado en la actualidad por la escuela Madhyamika. Y el tercer y último gran giro fue la escuela Yogachara, originada en el siglo II d. C. y que alcanzó su apogeo en el siglo IV d. C. con los hermanos Asanga y Vasubandhu.
El primero de esos giros en el llamado budismo primitivo, originado durante el periodo axial que tuvo lugar en torno al siglo VI a. C., que se supone que incluye las enseñanzas del buda Gautama y se halla representado, hoy en día, por la escuela Theravada. El segundo giro de la rueda fue introducido por Nagarjuna en torno al siglo II d. C. y está representado en la actualidad por la escuela Madhyamika. Y el tercer y último gran giro fue la escuela Yogachara, originada en el siglo II d. C. y que alcanzó su apogeo en el siglo IV d. C. con los hermanos Asanga y Vasubandhu.
James Fowler fue uno de los primeros en llevar a cabo una investigación que demostró fehacientemente que la orientación espiritual de la persona depende de los estadios de las estructuras del desarrollo. Las seis visiones:
La visión mágica, un estadio centrado en la protección, la seguridad, la supervivencia y los hechizos mágicos destinados a garantizar y proteger de los malos espíritus. Se trata de una visión supersticiosa y antropomórfica en la que es frecuente el pensamiento fantástico. El culto a los ancestros se convierte en algo muy frecuente ya menudo es fuente de la oración de petición. El individuo estás más preocupado por su salvación que por la salvación de los demás.
La visión mágica-mítica jalona la transición de un yo anteriormente omnipotente y mágico a un dios o unos dioses omnipotentes y mágicos.
Existe una creencia y un énfasis concomitante en los milagros. Yo no puedo hacer esto, pero Dios sí que puede hacerlo y, si mi aproximo ritualmente de un modo que Le complazca, Él (o Ella) hará por mí el milagro. En este estadio, empiezan a aparecer las narraciones míticas y los hechizos mágicos.
Su preocupación fundamental gira en torno al poder narcisista. Dios es poderoso, airado y vengativo y se trata de un estadio impregnado de superstición. Egoísmo y animismo.
La visión mítica posibilita el cambio de visión desde egocéntrico hasta etnocéntrico y la expansión de la identidad desde el yo individual hasta el grupo (el clan, la tribu, la religión, la comunidad o la nación). La moral probablemente cambia de egocéntrica a conformista (“mi país, esté en lo cierto o esté equivocado; mi religión, esté en lo cierto o esté equivocada; y mi grupo, esté en lo cierto o esté equivocado”).
Existe el fuerte deseo de comprender la verdad de Dios, que suele considerarse encerrada en un libro (la Biblia, el Corán, el Sutra de la Tierra Pura), que suele ser una narración mítica a la que literalmente se toma como la verdad absoluta.
Son habituales las jerarquías sociales y religiosas estrictas, como el sistema de las castas o la Iglesia.
La visión racional-moderna ha agregado la perspectiva de tercera persona, desde la que el individuo puede asumir una visión más reflexiva, objetiva, crítica y hasta escéptica de sus experiencias y creencias. El término “racional” no solo permite cuestionar la verdad literal de las creencias religiosas míticas, sino empezar a interpretarlas también en un sentido metafórico y simbólico. Las creencias básicas tienden a basarse en las pruebas y en la razón. Todos los individuos son tratados del mismo modo, con independencia de raza, color, sexo o credo.
El budismo, desde el comienzo, ha sido una visión racional, una visión que no se basa en la fe, el dogma o la autoridad (y habla poco, en consecuencia, si es que lo hace, de dioses y diosas mitológicos) y se asienta, en su lugar, en la razón y la experiencia (aunque no todos sus seguidores lo viven desde estos niveles).
La visión pluralista-postmoderna está profundamente interesada en la no marginación, la reconciliación y la totalidad. No se limita a tolerar y aceptar pasivamente otras religiones, sino que las abraza de forma activa, tratando de entenderlas e incluirlas en su propia visión del mundo.
La visión pluralista descubre importantes verdades en todas las religiones, aunque se sienta más cómoda con la suya y no es de extrañar que trate de enriquecerla con aspectos procedentes de otras religiones. Deconstruye las jerarquías tradicionales, defiende activamente a los oprimidos y desfavorecidos, presenta una clara sensibilidad ecológica y planetaria y está especialmente abierta al misticismo natural. Es socialmente comprometida, apuesta de manera decidida por los derechos de las minorías y aboga por la sostenibilidad de toda forma de vida.
El estadio pluralista también trata de asegurarse de que nuestra fe concreta sea inclusiva, socialmente comprometida, sostenible, no opresiva y ecológica, políticamente sensible, tolerante, muestra interés por todo lo “consciente”, feminista y está orientada hacia las relaciones (“el nuevo Buda será la Sangha”).
La visión integral nos lleva hasta la vanguardia de la evolución. Aunque ha habido raros pioneros integrales que se remontan a hace mil años o más, la conciencia de segundo grado sólo superó el 1% de la población en la década de los 1970, una tasa que alcanzó el 5% durante el cambio de milenio.
Uno de los rasgos distintivos de la visión integral es su reconocimiento de las totalidades, conexiones y unidades en la diversidad. Los niveles integrales son creativos y conscientes y cada momento es nuevo, fresco, espontáneo y vivo. La visión integral es auténticamente holística y verdaderamente inclusiva.
Cualquier espiritualidad realmente integral deberá incluir –independientemente de que sea cristiana, budista, musulmana, hindú, judía, etcétera- elementos procedentes de su propia tradición o importarlos de otras tradiciones y disciplinas, incluidas las ciencias.
El cuarto giro. Ken Wilber.
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