Sucede que cada cultura te pone unas gafas que filtran y tiñen la
realidad, haciendo que unas cosas destaquen y que otras pasen desapercibidas o
se vean distorsionadas. Sólo vemos lo que la cultura en la que vivimos nos dice
que vale la pena ver. Por ejemplo, en la cultura tradicional japonesa se
valora mucho y se cultiva la sensibilidad para percibir la belleza de la
naturaleza, no sólo la de los paisajes grandiosos y espectaculares, sino
también de lo pequeño, de lo sencillo, que es de lo que trata el haiku. En
occidente llevamos unas gafas diferentes de los japoneses. No son ni mejores ni
peores, sólo son diferentes. No nos importa viajar lejos para visitar alguna
impresionante cascada, un lago de montaña o un acantilado de la costa, pero
apenas reparamos en la belleza de la naturaleza cercana, de lo pequeño, de lo
sencillo.
Continuando
con la imagen que he empleado antes de las gafas, diría que, además de las
gafas que nos pone la cultura en la que hemos nacido, hay otras dos gafas que
llevamos puestas, lo que en total hacen tres. Otras son las gafas que llevamos
puestas por haber nacido en una determinada familia. Y ya por último están las
gafas de nuestro ego, de nuestra personalidad, que tan bien describe el
eneagrama. Son estas tres gafas las que no nos dejan ver la realidad tal como
es.
Lo cierto es que nos cuesta mucho creer que los demás usan gafas distintas a las nuestras y, todavía más, que no ven mal con ellas. Cada uno cree que las suyas son las mejores y que el resto de la gente lleva unas gafas equivocadas, por eso intentamos convencerlos para que se pongan las nuestras, que son las únicas con las que verdaderamente se ve bien.
Cada uno puede hacer por librarse de esas gafas, pero sólo hasta cierto
punto. Yo a veces miro y, aún poniendo todo de mi parte, no veo y otras miro y,
sin hacer nada en especial, veo, y no sé muy bien por qué me pasa esto. Esa
visión distorsionada y teñida de la realidad que a todos nos afecta me separa
de la gente, no me deja percibir y sentir la belleza de la naturaleza o, más
hacia dentro, mi verdadero ser. Hay momentos privilegiados en que esas gafas
desaparecen y la sensación de separación también, entonces todo lo veo
diferente y veo cosas que antes no veía, que mis gafas no me dejaban ver. Todo
es cercano, sencillo, bello; la mirada es limpia, inocente y cálida. Hay
quietud y silencio, aún en medio del bullicio y del ruido de la ciudad.
Fidel
Delgado es psicólogo clínico y la experiencia que le dan décadas de dedicarse a
acompañar a gente a morir le han impreso una visión del mundo muy particular
que hace que sus charlas o monólogos no dejen a nadie indiferente. Se autodefine
como un “titiripeuta”. Cree que el sentido del humor es algo muy serio. Imparte
cursos de formación con títulos como “Déjate en paz” o “Los juegos del ego”
valiéndose de recursos e utensilios propios de un payaso. Ha practicado yoga y
zen, esto último en ocasiones de sol a sol; ha vivido en una comuna durante
casi siete años, y empezó a dar cursos de formación por los hospitales mientras
vivía itinerante en una roulotte. Todo, después de renunciar a su plaza como psicólogo
adjunto al Departamento de Psiquiatría en la Ciudad Sanitaria de la Paz , de Madrid, hace ahora 26
años. Desde entonces la vida se ha ocupado de él y le ha empujado a explicar a
los demás que sólo somos parte de algo que nos supera, y que no tenemos nada
que temer.
Muy interesante!
ResponderEliminarNo conocía a Fidel Delgado. Es genial!
Un cordial saludo
Me alegro que te haya gustado, unsui. Un cordial saludo.
ResponderEliminarFantástico personaje. La primera vez que supe de él no supe ni qué pensar. Titiripeuta??
ResponderEliminarComo toda genialidad, habitando siempre en el borde de lo que llamamos locura. Bendita locura.
Pontífice, como él mismo se ha definido alguna vez. El que construye puentes. Maravilloso apelativo para alguien así.
La risa puede ser tan seria y esclarededora como un retiro o la meditación más potente.
ResponderEliminarLa risa del alma consume el ego y sus cenizas bailan con el viento alegre de la vida.
La risa del corazón te permite desmitificar y reirte del buscador que fuiste.
Yo creo que Fidel Delgado me inspiró a atreverme a hacer esos monólogos espirituales: "Alma Pura" y "Me mola mi zona de confort"...
Gracias, José Luis, por compartir tu sentir en esos momentos privilegiados en los que no había gafas.
Realmente el filtro fundamental, más allá de la sociedad o la familia, es el que hemos ido superponiendo íntimamente, capa a capa. La vida se rie de ese condicionamiento y de vez en cuando, despojándonos, nos invita a reenfocarnos a la apertura infiníta y sin esfuerzo de lo que siempre somos.
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