Cuong Lu, escritor, erudito y maestro budista zen, nació en Vietnam en 1968 y emigró a los Países Bajos con su familia en 1980. En 1993 fue ordenado monje budista en Plum Village (Francia) bajo la dirección de Thich Nhat Hanh. En el año 2000, fue reconocido como maestro por el propio Thich Nhat Hanh. En 2009, Cuong dejó Plum Village y retomó la vida laica. Es el fundador de la Mind Only School, institución radicada en Gouda (Holanda) en la que imparte clases de filosofía y psicología budista. Es capellán budista de prisiones. También dirige retiros y da charlas sobre el dharma en Europa, Estados Unidos y Asia.
Durante seis años, tuve la oportunidad de llevar el dharma a las prisiones, y lo que allí vi y experimenté fue como una sacudida que me hizo despertar. Aprendí que incluso en los lugares más lóbregos y oscuros, la gente puede sentirse libre y vivir feliz. Gracias al dharma, he sido testigo de cómo los reclusos encontraron la libertad mientras aún seguían encarcelados, y de cómo conocían el gozo y la alegría por primera vez en su día. Por así decirlo, descubrí al Buda entre rejas.
Las puertas de la vida de muchos de los presos que conocí estaban cerradas, en algunos casos desde el mismo día en que nacieron. Prácticamente ninguno había tenido ocasión de conocer la felicidad.
Hace veinte años que enseño el dharma, y en ese tiempo observó que gente como los reclusos, los veteranos de guerra, los refugiados u otros colectivos de personas que han pasado por dificultades extremas, suelen comprender el dharma más rápidamente que quienes han tenido una vida más sencilla. Son personas que han tocado fondo en su sufrimiento.
- Señor budista dijo, ¿podría unirme a tu grupo de meditación?
- Por supuesto que sí. ¿Puedo preguntarte por qué quieres practicar meditación?
- Porque veo la forma que nos mira. Veo que a tus ojos no somos solo prisioneros. No estableces diferencias. Es maravilloso sentir que a uno le ven de esta manera. Me da confianza en mí mismo, y me gustaría aprender de ti. –Hizo una breve pausa y luego continuó-: No solo por cómo nos miras, sino también por el modo en que caminas. Cuando andas por la prision irradia paz. Nadie más camina de ese modo.
Plum Village |
El budismo es mucho más que la práctica de la atención plena. Tiene que ver con alcanzar una comprensión profunda, con ayudar a todos los demás a trascender la ilusión de la separación. La enseñanza nuclear del budismo es la idea de que no existe ningún “yo”. Si los prisioneros se siguen aferrando a un “yo” ilusorio, seguirán sumidos sin remedio en la desesperación. En cambio, si consiguen trascender la ilusión del “yo”, de pronto entrarán en contacto con la espaciosidad y la amplitud que mora en su propio interior.
El budismo no es un ejercicio de autoayuda. En todo caso, más bien sería un ejercicio para potenciar el no-yo. La felicidad que emana del propio hecho de ser consciente de la inexistencia del yo es mucho más estable que cualquier esfuerzo que podamos llevar a cabo para tratar de mejorar y perfeccionar un yo inexistente.
Creemos que cuando aquellos individuos a los que consideramos malos o perversos están entre rejas, estamos a salvo, pero lo cierto es que todos llevamos a un criminal dentro de nosotros, y si nunca llegamos a conocerle entonces jamás estaremos seguros. Hasta que no empezamos a comprendernos a nosotros mismos, somos prisioneros de nuestra soledad y de nuestra propia ignorancia.
La visión correcta se traduce en creer que nosotros mismos y los demás somos uno, que formamos una misma unidad. Con esta perspectiva, al mirar a un prisionero (oa quien sea) ve a Buda.
Yo siempre experimentaba dolor cuando escuchaba a estos hombres, un dolor oculto e invisible que, por lo general, llevaba mucho tiempo siendo negado. Cuando el dolor se vuelve tan intenso que amenaza nuestra propia vida, lo negamos, lo enterramos para poder sobrevivir, actuamos como si el dolor no existiera.
No es facil penetrar en el dolor. Para lograrlo, necesitamos contar con la ayuda de alguien que nos guie y nos apoye. Es difícil mantener la visión del propio dolor sin apartar la mirada, pero si en lugar de huir permanecemos con él, presenciamos cómo el dolor se transforma en dicha. Y el proceso puede darse cuenta de un modo muy rápido.
A ceder al silencio puede transformar la vida de una persona en cuestión de segundos.
La mayoría de los reclusos esperaban que solo pudieran renovar su vida después de ser puestos en libertad. Vivían permanentemente en el futuro. Pero, en la profundidad de ese silencio, perfeccionar una nueva vida y experimentaron la felicidad.
Algunos presos tienen la tele encendida las veinticuatro horas del día, incluso mientras duermen. Les reconforta, les proporciona cierto consuelo y les hace sentir que siguen en contacto con la vida. Sin embargo, yo creo que es justo al revés. A mi entender, la televisión garantiza que no se conecten nunca con sus propios sentimientos y, por lo tanto, que se mantengan desconectados de la vida.
Los presos se centran en lo que no tienen y se olvidan de lo que tienen. Suelen pensar que solo cuando les suelten podran ser felices, pero yo creo que si no se sienten satisfechos ahora, tampoco lo estarán cuando recuperen la libertad.
Ayudar a otros a volver a la vida es un antídoto contra los asesinatos. He conocido a prisioneros de los que podria decirse que, a todos los efectos, estaban muertos. Al haber perdido por completo la esperanza y no tener ningún propósito, habían renunciado a la vida. Cuando vemos a alguien que ha perdido las ganas de vivir y no le ayudamos, estamos cometiendo una especie de asesinato.
- ¿Cómo sé que voy por el buen camino?
https://www.youtube.com/watch?v=3v_HpHRYHU8
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